Cultura

Sentir una ‘soleᒠen la íntima soledad

Teatro de la Maestranza, 21 de febrero de 2010. Idea original: Eva Yerbabuena. Dirección de Escena y coreografía: Eva Yerbabuena. Dirección musical: Paco Jarana. Escenografía: Vicente Palacios. Profesor del lenguaje de signos: José Tirado López. Calificación: ***

el 21 feb 2010 / 22:27 h.

Un momento de 'Lluvia'.

Alguna vez hemos dicho que los artistas del flamenco tienden siempre, aunque no todos, al encuentro o la fusión con otras músicas. Pero casi todos acaban por volver al principio, unas veces obligados por el público y otras por las circunstancias. Se suelen dar cuenta de que son buenos en lo suyo, en lo que han hecho siempre. Paco de Lucía se dio cuenta de que en el jazz y en la música clásica era uno más, y de que nunca superaría a los grandes de estas músicas. Regresó a lo suyo, a su casa, buscando el calor de los flamencos.

Con Eva Garrido La Yerbabuena ocurrirá lo mismo tarde o temprano; se está resistiendo, se hace la dura, sigue empeñada en bailar danza contemporánea, en contar historias más o menos de interés; pero sólo es buena en el baile flamenco. Más que buena, es una bailaora tan grande como la Catedral de Sevilla. ¿Por qué entonces monta estos espectáculos tan técnicos y anodinos, si lo que nos emociona es su soleá, esa que hizo anoche con una bata negra y un cuadro de cantaores para enmarcarlo?

Es lo único que bailó, además, amén de murcianas y levanticas y unos tanguillos en los que más que bailar mimetiza movimientos graciosos. Si supiera aprovechar todos esos medios técnicos y humanos que nos mostró anoche, que fueron francamente alucinantes, en cuatro bailes como la soleá, sería del todo irresistible. Cuando uno va a ver y a escuchar flamenco, aunque el espectáculo se llame 'Lluvia' –¿más agua todavía?–, espera emocionarse con una bailaora bien plantada, desde el moño a los zapatos; el arte de lo jondo no se parece a ningún otro del mundo, es una música directa a la piel, al corazón, que puede poner a bailar a un velatorio entero con muerto incluido.

En este espectáculo, que, ciertamente, es una maravilla en casi todo, el embeleso sustituye a la emoción y la magia de la técnica, al pellizco. Son bonitas las luces, increíble el sonido directo, aceptable la puesta en escena, deliciosa la música de Paco Jarana y genial el cante de El Extremeño, José Valencia, Pepe de Pura y Jeromo Segura. Es admirable que una flamenca haya alcanzado este nivel técnico, cuando todavía cantan con megáfono de mano en algunos festivales.

Pero todo eso pierde interés, en mi opinión, cuando el cuerpo de baile es demasiado mecánico y las coreografías un tanto monótonas. Sólo cuando baila Eva, que reinventa la danza flamenca en cada movimiento, sentimos el torniscón en el alma. Igual que ella intenta explicar cómo vive el amor en soledad, desearía explicar hoy cómo disfrutamos de su soleá en la soledad de la butaca. El problema es que le he dado tantos rodeos al asunto, que me he quedado sin tiempo y sin espacio para hacerlo. Lo mismo que le ocurre a Eva en 'Lluvia'. Ni más ni menos.

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