Local

Sin puntos para el contrato

Hace ya bastantes años, un jovencísimo Moeckel y un servidor tratábamos con entusiasmo de llevar el compás de un afamado cantaor, según él, que se desgañitaba en la calle Albareda en la casa de nuestro llorado Manolo.

el 15 sep 2009 / 00:23 h.

Hace ya bastantes años, un jovencísimo Moeckel y un servidor tratábamos con entusiasmo de llevar el compás de un afamado cantaor, según él, que se desgañitaba en la calle Albareda en la casa de nuestro llorado Manolo. De pronto, el hombre interrumpió su arte y, entre grandes improperios, nos mandó estarnos quietecitos acusándonos de manera despreciativa de zamoranos. Nunca podré olvidar aquel momento por el desarraigo que me produjo que me lanzaran identitariamente tan lejos de mi cultura ancestral. No es que tenga nada en contra de Zamora, que tiene unos lobos muy bonitos, pero ¡hombre! zamorano. En esto iba pensando después de que un cochero me citara a lo guardiola desde lejos con un ¡Míste! Al que contesté: que soy dasquí, forzando el acento. Se volvió musitando advocaciones a la familia del alcalde por lo mala que estaba la cosa.

Luego me tomé una cerveza checa, no un botellín, llegué al restorán y me pusieron la carta en inglés. Vaya día. Reiné en que nunca había sido seise, ni salido de monaguillo en la Borriquita, ni estado en un coro rociero. Total, pensé, que soy un guiri en mi propia tierra. Además, circunciso -sin entrar en detalles-, amante del house, del humor hebreo y del cuscús. O sea que como gane Mariano me pone en Port Bou, sin examen. Lo malo no es eso, con serlo, es que allí me puede coger Sarkozy, y sin presentarme ni si quiera a su señora, me pone en Estambul. Bueno, igual es todo una pesadilla. Lo que sí es verdad es que aquel cantaor era sabio. El arte flamenco no se ha perdido nada sin el jovencísimo abogado, ganado para las causas patrimoniales. En mi caso, en salud que lo he ganado.

Licenciado en Derecho y Antropología

aroca.javier@gmail.com

  • 1