Le falta al Atlético de Madrid el glamour de un grande. Tras una terrible travesía en el desierto sólo endulzada con la aparición estelar de Fernando Torres, los rojiblancos desean instalarse otra vez en lo más alto. Han fallado en la UEFA y en la Copa, pero les queda la Liga y de momento son cuartos.
La primera temporada de la era post Fernando Torres ha mostrado algunas cualidades que parecen innatas en el Atlético de Madrid. Como cada verano después de que el desaparecido Jesús Gil lograra el doblete en la temporada 95/96, el conjunto madrileño se ha gastado un dineral para apuntalar un nuevo proyecto.
Millones a espuertas tirados en algunos casos, como con José Antonio Reyes, o invertidos con más tino en gente como Raúl García, Simao o Forlán. Otra buena noticia fue la continuidad de Javier Aguirre, un factor que ha contribuido a proporcionar cierta estabilidad el enésimo proyecto de la familia Gil, ya sin el patriarca.
Lo más llamativo es que este Atlético se quedó sin Fernando Torres, que ahora triunfa en el Liverpool (ojalá también con España en la Eurocopa) y cuyo vacío sentimental y futbolístico ha sido ocupado por el Kun Agüero. Es curioso, pero en la pasada temporada, cuando los dos defendían los colores del conjunto colchonero, el rendimiento de ambos futbolistas dejó mucho que desear.
El Kun acusó la adaptación a un nuevo fútbol y sólo anotó seis goles, mientras que Torres rumiaba su adiós logrando tan sólo 15 dianas. Ahora el viento sopla de cara. El argentino lleva 15 dianas en la Liga, 2 en la Copa y 6 en la Copa de la UEFA, mientras que lo de Fernando Torres apunta a récord al haber anotado 22 goles en la Premier, 3 en la Carling Cup y 5 en la Liga de Campeones. El Atlético ha aprendido a vivir sin Torres y Agüero ha emergido como una auténtica figura del fútbol mundial. Por el momento, todos contentos.
El Atlético, aunque tiró de forma lamentable la Copa y la Copa de la UEFA, sigue muy vivo en la Liga. Es cuarto clasificado y defenderá con uñas y dientes esa posición ante Racing y Sevilla. Por el momento, el gran objetivo de la temporada está cumplido, pero es un equipo con tendencia a la depresión.
Sin un líder en el centro del campo y con evidente tendencia a la irregularidad, todo lo que no sea estar en la máxima competición continental se convierte en sinónimo de fracaso.
