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Sobre el agua para Cataluña (España)

Va a ser muy difícil empeorar el errático discurso de la Generalitat sobre el agua, por mucho que invoquemos el tópico de que toda situación por mala que sea es susceptible de ir a peor. Porque ahora resulta que el trasvase del Segre...

el 15 sep 2009 / 02:34 h.

Va a ser muy difícil empeorar el errático discurso de la Generalitat sobre el agua, por mucho que invoquemos el tópico de que toda situación por mala que sea es susceptible de ir a peor. Porque ahora resulta que el trasvase del Segre, afluente del Ebro, según aprendimos en la escuela, es factible, conveniente y necesario para combatir la sequía de Barcelona, y era una catástrofe cuando se trataba del Plan Hidrológico Nacional (PHN), redactado por expertos, sin la menor contraindicación para el caudal ni para el ecosistema. La demagogia galopante que por razones políticas dio al traste con esa histórica aportación de agua al Sureste argumenta ahora lo contrario en un alarde de cinismo político como es difícil de recordar desde el advenimiento de la democracia.

Rodríguez Zapatero tomó dos decisiones nada más formar Gobierno en 2004: retirar las tropas españolas de Irak y suspender la ejecución del trasvase del Ebro, entre otras medidas urgentes. Curiosamente la legislatura que ahora amanece puede llevarle a autorizar lo que entonces prohibió a no ser que prevalezca la inequívoca decisión de la ministra Narbona oponiéndose a que el Segre ceda ni una sola gota de agua. Si la supresión de un plumazo del PHN nos pareció un error hace cuatro años, la negativa actual se nos antoja asimismo equivocada. Una encuesta de urgencia realizada ayer por La Vanguardia entre sus lectores arroja este resultado: más del 50 por 100 está a favor del trasvase del Segre. Ahí les duele, porque eran minoría los barceloneses favorables al trasvase cuando se trataba de llevar agua del Ebro a la España seca de Valencia para abajo.

Los andaluces de mi generación teníamos idealizada a Cataluña, suma de perfecciones sin mezcla de mal alguno. El discurrir del tiempo nos ha ido mostrando luego que no era oro todo lo que relucía: se les abrieron socavones que engullían edificios enteros, se les fue la luz no sé cuantos meses, las obras del Ave duraron casi tanto como las de El Escorial, los trenes de cercanías se convirtieron en un infierno para los usuarios y padecieron la peor crisis aeroportuaria, con invasión de pistas incluida, que se recuerda en Europa.

No les faltaba otra cosa que esta maldición bíblica de la sequía, con la que hemos nacido y convivido los andaluces orientales. Y es que los sucesivos gobiernos de la Generalitat se han ocupado de muchas cosas importantes -la identidad catalana- y no han atendido las de menor cuantía: los servicios públicos, las infraestructuras o la traída del agua a Barcelona. Dicho sea sin el menor retintín, porque me confieso rendido admirador del pueblo que habla la lengua de Mossén Jacint Verdaguer. Por eso, a tantos que piensan como yo y que defienden el catalanismo sin excesos nos ha complacido en extremo la confesión de José Montilla, natural de Iznájar (Córdoba) con esa expresión que le ha salido del alma: "Cataluña también es España". Tiene usted más razón que un santo.

Periodista

gimenezaleman@gmail.com

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