Cofradías

Sobresaliente ‘cum laude’ en geometría

La hermandad de Jesús Despojado volvió a doctorarse en su salida, de ésas en las que hasta el público suda la gota gorda.

el 17 abr 2011 / 19:40 h.

Pues sí, más reluciente que qué estaba Sevilla cuando, a eso de la cañita macerada en frío glacial traspasando gaznates y los platos de ensaladillas volando de las manos de los camareros, tocaba repetir el milagro en Molviedro. Un milagro que ayer supimos de buena tinta que "no se ensaya". "Tú qué quieres, ¿que no vengamos más?", nos espeta un costalero bajo el dintel de la capilla. Y es que la cosa es seria. De hecho, tan seria que lo menos diez costaleros, más algún subalterno con cara de circunstancias, acuden en tropel en el momento de la salida de ambos pasos porque si no es que no se sale. La puerta es la que es y los pasos son los que son.

Resultado: para asomar la primera trabajadera toca pasar un suplicio a la ida y otro a la vuelta de unos tres minutos de reloj que se antojan eternos en los que hasta el público, con sus suspiros y sus ¡ay, ay! contribuye a ponerle intriga antes de que el himno ponga chimpún a la catarsis colectiva. Nunca una salva de aplausos fue tan liberadora y nunca un chorreo de besos entre costaleros y capataces más significativo.

Ea, ahí los tenéis, Sevilla. Toca disfrutar, se le leía en la mente a Rafael Rodríguez Quirós, el comandante de un misterio que un año más hacía raya por su estética floral, aunque no me pregunten los nombres, raros como ellos solos. Claveles no eran...

A LA MEMORIA DE PEREA. La primera llamada fue especial. Todas lo son por lo que representan, pero la de Molviedro hilvanó el binomio gratitud-memoria histórica a la perfección. Resulta que la hermandad había invitado al hijo de Antonio Perea, quien esculpió el busto de Jesús Despojado en 1939 "en la enfermería de la antigua cárcel de Sevilla", recordaba José Perea Frías con los ojos vidriosos.

La razón: "Si mi padre viviera, cumpliría este año los cien, y todo esto la verdad es que me lo recuerda mucho, y recordar a un padre o una madre es lo más grande...". Tan grande como para hacerse hermano y acudirle a los labios los nombres de sus dos hijos, Miguel Ángel -"fíjese qué presuntuoso fui al ponerle tan alto nombre", apostilla- y May. "Los dos son licenciados en Bellas Artes y se dedican a estas cosas", cuenta orgulloso.

Aunque para orgullosa, Antonia Escobar, una señora que desde la una del mediodía custodiaba la puerta de la capilla junto a la Benemérita y la Policía Nacional. Con sus pies recibiendo aquella tortura voluntariamente aceptada, Antonia le lanza desde esta crónica un mensaje a su hijo, diputado mayor de gobierno de la cofradía: "Fran, eres el diputado más guapo que hay, aunque estés tan liado que no me hayas dado ni un beso. ¿Lo pondrá usted?". Puesto queda.

Y en esto que el capataz, con el misterio recién aparecido en la plaza, llama a su gente y una de esas atinadas voces de abajo le responde: "¡De Molviedro al cielo hay mu poco, hijo!". Con todo el arte. Los vellos se erizan, suena el golpe seco y como un resorte la mole se levanta. Aplausos y amanece A la gloria, que es donde vamos a morar los cofrades esta semanita si la meteorología no nos mira mal.

Con una coreografía fina pero contundente con el izquierdo por delante se abre paso, perdiéndose por el viejo compás de la laguna, donde se le toca la marcha homónima.

Tomamos aire y más rayos UVA para lo que resta. Aparece otra docena de forzudos costaleros con rodilleras, coderas y el espíritu solidario por montera. Libran su guerra contra la dichosa puerta. Los zancos se desmontan y los que van abajo, cuerpo a tierra. ¿Que no cabe?, ¿que no se ensaya? Pues sí, cabe. Sale el palio a base de tironcitos y caras compungidas. ¿El premio? Aplausos, petalada y la marcha Jesús Despojado para certificar el sobresaliente cum laude para Dolores y Misericordia.

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