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Sor Maravillas

No sé si será habitual que la Mesa del Congreso de los Diputados adopte acuerdos y resoluciones por unanimidad. Parece ser, que la propuesta del diputado del PP y miembro del OPUS DEI, Jorge Fernández, para que en algún lugar del Congreso se colgara una placa alusiva a una monja, Sor Maravillas, gozó de la aceptación de todos los miembros...

el 15 sep 2009 / 18:44 h.

No sé si será habitual que la Mesa del Congreso de los Diputados adopte acuerdos y resoluciones por unanimidad. Parece ser, que la propuesta del diputado del PP y miembro del OPUS DEI, Jorge Fernández, para que en algún lugar del Congreso se colgara una placa alusiva a una monja, Sor Maravillas, gozó de la aceptación de todos los miembros presentes que componen la dirección de la Cámara Baja.

Mientras el Presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, se encontraba en EEUU, asistiendo a la cumbre del G-20, convocada por esa maravilla de presidente norteamericano que es G. Bush, para tratar de encontrar una salida que diera esperanza al mundo que asiste incrédulo al desarrollo de la crisis económica y financiera más dura desde la segunda Guerra Mundial, en España, las fuerzas políticas parlamentarias se enzarzaban en una discusión a cuento de la iniciativa de la Mesa del Congreso y sobre la idoneidad o no de la misma en un Estado aconfesional como el nuestro. ¡Cómo no tenemos problemas, vamos y nos inventamos otro a costa de Sor Maravillas!

Según dicen, esta monja, ya santa, sufrió persecución por los "rojos" de la República, pero sin consecuencias para su integridad física, afortunadamente para ella y para todos los que amamos la vida y la libertad. Sor Maravillas murió, según cuentan los que saben, en 1974, a consecuencia de su edad y la Iglesia Católica la hizo santa según sus ritos y costumbres. Si esta santa contemporánea hubiera muerto un año más tarde, su muerte hubiera coincidido con otro personaje que no fue santo, aunque se paseó bajo palio por los pueblos y las tierras de España, y que todos conocían con el apodo de Caudillo de España, del que el pasado día veinte, se acaban de cumplir treinta y tres años de su defunción, como saben todos los españoles menos el súper juez Baltasar Garzón, que no tenía conocimiento de ese suceso hasta que se lo comunicaron por escrito oficial (¿Para cuando, por cierto, una placa prendida en una pared de la Audiencia Nacional para el juez justiciero más famoso de España?).

Y si Francisco Franco, que persiguió todo lo que pudo y más a los "rojos" de su tiempo, dispone de placas en el callejero de algunos pueblos y ciudades de nuestra nación, ¿Cuáles pueden ser las razones para que Sor Maravillas, que no persiguió a los "rojos" sino que huyó de ellos, no pueda disponer de una humilde plaquita en el Congreso de los Diputados? Si el llamado Generalísimo, es decir, general superlativo, fue el autor del denominado "milagro español" y dispone de una impresionante lápida con su nombre en su tumba del Valle de los Caídos, ¿Cuál sería el inconveniente para que la monja canonizada, autora de algún milagro de los de verdad, no pueda ver, desde el más allá, escrito su nombre en una placa que, con su sola presencia, podría iluminar la mente, la inteligencia y la fe de algunos diputados, en el supuesto de que ese milagro entre dentro de las potestades de la santa en cuestión.

Al final, la Mesa del Congreso ha vuelto sobre sus pasos y ha dado por no tomado el acuerdo que inmortalizaría civilmente a Sor Maravillas. Los argumentos que se han dado para esa marcha atrás no han sido muy convincentes. El propio presidente del Congreso de los Diputados, ese brillante político que conocemos como José Bono, ha visto como, una vez más, una cámara de televisión le ha robado sus palabras, con la que tildaba a los socialistas de hijos de?, expresión esta que en el sur se emplea cuando hay que emplearla y con el significado que hay que darle en cada momento.

Tal vez, la cosa hubiera resultado mucho más sencilla si los miembros de la Mesa que tienen contacto directo con Dios, antes de haber hecho semejante propuesta, hubieran consultado con Sor Maravillas y hubieran solicitado su autorización para que su nombre se viera escrito en la pared del Congreso. La monja podría haberles aleccionado sobre la vanidad humana y sobre los efectos perjudiciales que producen iniciativas como la tomada sobre la honra y el honor de las personas.

Seguro que les hubiera enseñado que los homenajes solo sirven para restar y no para sumar; mientras no se puso el nombre de Sor Maravillas encima de la mesa con el argumento de plasmarlo en una placa, la monja era santa de todos; ahora, y tras el frustrado reconocimiento, se ha convertido en la santa de unos cuantos. Por eso, Jorge Fernández y quienes le siguieron, si hubieran consultado la iniciativa con Sor Maravillas, seguro que hubieran recibido la siguiente respuesta: "Iros al carajo y dedicaros a aquello para lo que habéis sido elegidos".

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