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Sueños y discursos

En plena efervescencia del Barroco, en medio de profundos cambios, Francisco de Quevedo, satiriza sobre la sociedad de su época. Relata sueños, las sombras de lo que acontece cada día, y construye discursos sobre las verdades descubridoras de abusos, vicios y engaños...

el 15 sep 2009 / 20:29 h.

En plena efervescencia del Barroco, en medio de profundos cambios, Francisco de Quevedo, satiriza sobre la sociedad de su época. Relata sueños, las sombras de lo que acontece cada día, y construye discursos sobre las verdades descubridoras de abusos, vicios y engaños que en todos los oficios y estados del mundo acaecen. Así subtitula el escritor los Sueños y discursos, en cuyo primer sueño, el del Juicio, sentencia: "Sueños son éstos, señor, que si duerme V.S. sobre ellos, verá que por ver las cosas como las ve, las espera como las digo". Y así encadena sus desnudas verdades que, como él mismo dice, no buscan quien las vista, sino, más bien, quien las consienta. Y sin abandonar el sentido del humor, pero con poco entusiasmo, son puestas, estas verdades, a disposición de un tiempo en el que las personas que lo habitan han preferido contemplar, como espectadores, su propia vida y renunciar, por indolencia, a cualquier aspiración a vivirla. Son, pues, actores pasivos en una realidad vertiginosamente cambiante, efímera, que se desvanece a cada paso.

A muchos, todo esto, no nos resultará tan lejano, tampoco insólito. Tras los años transcurridos, esta música nos sigue sonando. La oímos algunos, otros no tanto. Sentimos, entonces, la necesidad de seguir esforzándonos para conseguir que pueda verse lo evidente. No es cosa fácil.

Sabemos que buena parte de lo que experimentamos se muestra ante nuestros ojos de manera velada. La seducción tecnológica y mediática son extraordinariamente potentes. Estimulan continuamente la búsqueda desenfrenada del éxito. De un éxito, por otra parte, más imaginado que real. Eso sí, coronado por el dinero, que ha logrado vencer al talento. No hay, además, nada tan contagioso como el éxito. En un mundo tan mediatizado como el nuestro, en el que es posible identificar a los ganadores, reales o inventados, muchos fantasean con la gloria. Incluso, tiene lugar un ejercicio permanente de éxito delegado. Sufrimos una adicción al éxito de otros, ya que no suele alcanzarse el propio. Camino salpicado de ilusiones frustradas.

Tal vez ahora más que nunca, y como siempre, sea conveniente recuperar lo que Günter Grass llamó "la tradición de abrir la boca". Desvelar verdades, aunque éstas resulten incómodas. El momento de emprender la tarea de pensar la realidad en vez de ser pensados por ella. De enderezar algunas cosas de este mundo, renunciando, como primer quehacer, a esa afición tan humana de adaptar el ser a la cosa. Poniendo la cosa al servicio del ser. Tomémonos un respiro. Que ¿cómo nos anima el propio Quevedo? "forzoso es que descanses, que el choque de tantas admiraciones y de tantos desengaños fatiga el seso (...) Reposa un poco, para que lo que resta [de tu vida] te enseñe y no te atormente".

Alimentemos la esperanza, combatiendo esa endiablada enfermedad del alma que nos la arrebata, que la saca de nuestras vidas. Pero desafiando, también, el vertiginoso ritmo que nos impone el presente, ya que la misma esperanza deja de ser felicidad cuando va acompañada de la impaciencia.

Doctor en Economía

acore@us.es

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