La Cuadra cumple estos días su XL aniversario. El dramaturgo sevillano Salvador Távora (1934) repasa estas cuatro décadas, en las que nunca como ahora temió por la supervivencia de su proyecto artístico. Ayer dio una charla en el Centro de Documentación de las Artes Escénicas de Andalucía para reivindicar el legado de la memoria.
-La Cuadra cumple 40 años. Viendo cómo está el panorama es una hazaña que da vértigo.
-Hay un vértigo general que nos atañe a todos. Los 40 años han servido para hacernos una historia. Ahora el problema es que tenemos que cargar con ella y responder a unas necesidades que no son las mismas que antes. Los 40 años nos sirven para fortalecernos moralmente, pero hoy uno no se mantiene de la moral. Entonces, naturalmente, nos da vértigo.
-La cosa está mal, pero en esas décadas habrá visto otras crisis.
-En 40 años nunca viví ninguna crisis que haya atacado al arte como ésta. El arte siempre ha ido por delante de la política, pero en este momento se le quieren cortar las alas, las posibilidades de concienciar a la sociedad en vez de enajenarla. Las medidas que se están tomando están afectando a la entrada en teatros, cines y todo lo que llamamos arte.
-Su teatro se alza en su barrio, el Cerro. La idea de las instituciones era convertir el polígono de Hytasa en un distrito cultural. Empezó La Cuadra y se sumaron Los Ulen, con la Sala Fli, ya cerrada. ¿El proyecto ha muerto?
-Se ha parado cuando lo estábamos emprendiendo. Se ha cerrado la Fli y vamos a intentar que la nuestra no se cierre, y digo intentar, porque no lo puedo asegurar. Queremos seguir porque el día que se pierda aquel recinto, se pierde media historia de la Sevilla industrial, que tuvo momento clave en el devenir de la ciudad. Es algo en lo que deberían estar todas instituciones. Hytasa corre el riesgo que en su día corrieron las Atarazanas, salvando las distancias.
-De momento han estrenado un nuevo espectáculo, Memoria de un caballo andaluz.
-El estreno de la pasada semana fue un éxito. Es una obra de un gran compromiso y una estética atrevidísima. Queremos que pase como en París, donde hay que ir a la periferia para ver buenos espectáculos. Pero no hay nada seguro. No está seguro ni el Maestreanza.
-¿Qué atractivos, además de los montajes, ofrece su sala?
-El público se encontrará con el teatro de los orígenes, cercano, que se siente y se huele, de piel a piel.
-Con su regreso a Hytasa cierra un ciclo. Usted ha probado muchas profesiones: el toreo, el teatro, la industria...
-Yo he desarrollado artísticamente mis orígenes. Mi mundo está en mi teatro. Incluso en la sala de Hytasa. Allí trabajé como aprendiz de soldador eléctrico con 14 años. De hecho, mi espectáculo de ahora es el grito para no perder la memoria. La estamos perdiendo, y con ella, conquistas de todo tipo.
-Ha sido un gran renovador escénico del flamenco. ¿Aún hay margen para innovar?
-Hay momentos donde más que inventar hay que retroceder para encontrarte con el flamenco. Hay innovaciones de necesidad y otras caprichosas. El flamenco no puede ser un capricho, sino un grito.
-Uno de los momentos más polémicos de estos años fue su enfrentamiento con la Generalitat, cuando le impidieron representar Carmen en Barcelona.
-Fue un encontronazo. Aquella fusión taurina y teatral era algo que pertenecía a nuestra cultura peninsular. La muerte del toro no era de cartón piedra. La sentencia que nos dio la razón supuso la certeza de que el camino que hicimos fue bueno y de que las culturas, aunque lejanas, pueden unirse.
-¿Qué opina del debate identitario catalán de estos días?
-Es necesario el debate. La libertad abarca también el derecho a pensar de los pueblos. Por qué no. Un pueblo puede decidir su futuro y caminar a un estado federal. Andalucía no ha decidido, pero siempre ha existido. Ha sido el pueblo que menos ha necesitado reivindicar su identidad, porque le sobra.
-En estos años La Cuadra y usted han recibido numerosos premios. ¿Se siente reconocido?
-Hoy me siento como si estuviera empezando.
