Cultura

"Tenemos más que ver con nuestros bisabuelos que con nuestros abuelos"

La periodista sevillana reflexiona en su primera novela, ‘Lazos de humo’, sobre la falsa meritocracia y vincula la experiencia de sus antepasados con la situación actual.

el 25 oct 2011 / 21:35 h.

La periodista María Iglesias.

Acostumbrada a ser quien entrevista a los autores en el programa de Canal Sur El Público lee, la periodista María Iglesias (Sevilla, 1976) se reconoce nerviosa al ser la entrevistada pero emocionada porque ha cumplido un sueño. Acaba de publicar su primera novela, Lazos de humo (Temas de Hoy), donde parte de la historia de su bisabuelo para llamar la atención sobre errores que la sociedad sigue repitiendo.


-Muchos escritores dicen que toda obra es autobiográfica porque nace de sus vivencias, pero en su caso ha elegido la historia de su bisabuelo, un cántabro que emigró a Andalucía. ¿Por qué?

-Yo previamente a saber qué quería contar he tenido un deseo de contar. En la adolescencia, empiezo a tener retazos de esta historia y me pareció siempre muy evocadora. Hay una imagen con la que arranca la novela de un desahucio que siempre rondaba mi cabeza porque me parecía la máxima representación de su tragedia. Pero eso estuvo mucho tiempo dando vueltas en mi mente sin más. A medida que he vivido mis alegrías y fracasos personales, laborales, sentimentales, pérdidas irrecuperables y que he trabajado como periodista he descubierto qué quería contar. Sin ese episodio nada habría comenzado pero podría haber sido otro. Mucho es real, no he cambiado nombres de personajes o sitios como homenaje, pero luego todo es elaboración escrita de esa historia de la que tienes retazos y vas contando lo que te interesa. La literatura, como el periodismo, es un acto de comunicación, y sin ese deseo de comunicar tus puntos de vista, inquietudes o ideales no tendría para mí sentido.

-Al protagonista le hacen creer en la meritocracia y de hijo de carbonero llega a ser abogado, pero siempre hay quien le recuerda su sitio y sufre las consecuencias. ¿Ha cambiado algo?

-La novela es una reflexión partiendo de acontecimientos del XIX sobre nuestro momento. ¿Por qué el XIX? Porque pertenezco a una generación en la que hemos visto mucho cine o leído mucho sobre la Guerra Civil y no tanto sobre la época anterior. Me gusta entroncar con unos antecedentes que no eran idílicos pero con una monarquía parlamentaria, mujeres universitarias... Al investigar para el libro he aprendido que tenemos más que ver con nuestros bisabuelos que con nuestros abuelos, y más con nuestras bisabuelas porque esas mujeres empezaban a estudiar en la universidad, votaban y nuestras abuelas eso lo perdieron. En nuestra sociedad es una gran mentira e hipocresía decir que se premia no solo al más formado sino al que discurre por sí mismo y se resiste a ser domesticado. La sociedad es implacable con el disidente. Se premia el servilismo, el no destacarse, desde el colegio hasta la carrera profesional, con excepciones.

-Como hija del abogado laboralista Tomás Iglesias, compañero de Felipe González o Chaves, se educó creyendo en la justicia social. Pero el libro rezuma cierto derrotismo.

-No quiero creer que es pesimista pero tampoco es optimista. Mantengo la esperanza pero desde luego hay que librar una batalla, hoy más que cuando yo empecé a escribirlo hace cuatro años, cuando no podía ni imaginar la crisis no solo económica sino política y de deslegitimación de las instituciones en la que estamos inmersos. Hoy más que nunca tenemos que recuperar el Estado de Derecho, defender la legitimidad de las instituciones democráticas, creer en el sistema político parlamentario, en el sistema judicial tan puesto en cuestión. Hay partido pero tenemos que darlo y todo lo que no demos serán pasos perdidos que no se recuperarán. Además siento que es el momento de nuestra generación. La de nuestros padres ya hizo lo que hizo y tampoco es justo pedirles más.

-Los personajes pasan la depresión del 98 y también el crac del 29. ¿Qué semejanzas ve con la crisis actual?

-Hay un desconcierto, que no es estrictamente económico, una pérdida de referentes y de confianza individual y colectiva, por eso es importante, junto a las medidas económicas, que yo no dudo que hay que tomar, hoy como entonces pararnos a ver qué sociedad queremos. El 29 al principio es una fiesta, como el 92. Tenemos la tendencia, como en estos años de bonanza previos a la crisis, a distraernos cuando la economía va mínimamente bien, con grandes fastos, derroche, donde el único valor que prima es el dinero, y cuando va mal nos replegamos. Hoy ¿realmente estamos cuestionando el sistema con convicción o porque de repente ya no hay dinero y entonces ahora todos estamos muy concienciados políticamente? Es triste comprobar que estas pautas se repiten pero se estudia tan poco la historia del XIX, que son nuestros cimientos, que cómo no vamos a repetir errores. Ese paso de la Ilustración a creer que el siglo XX sería el de la gente inteligente, el de las oportunidades, ese desengaño lo hemos vivido nosotros, la generación de jóvenes sobradamente preparados. Nos decían: con estudiar, con prepararte, con saber idiomas y ¿qué ha ocurrido?. Dejemos de correr y vamos a ver qué ha pasado en este último siglo.

-El protagonista en su lucha por sus ideales arrastra a su familia a una situación límite. ¿La utopía tiene un tope?


-No quería hacer un héroe porque no me parecería real. Es un hombre con sus aciertos y también grandes equivocaciones. No hay que ser ingenuo. Uno tiene que saber que si opta por tener criterio propio y defenderlo con libertad paga un precio. Después de haber pagado yo algunos pienso ¿conviene a veces ser práctico y aceptar ciertas cosas? A veces sí, pero como hoy la corriente dominante es la de la sumisión, la del temor, pues no puedo animar a la gente a tener temor, porque la vida merece más la pena desde la libertad, que es muy constructiva. Lo terrible es que el precio sea tan alto. En nosotros está también hacer que la gente con ideas diferentes a las nuestras no tenga que pagar un precio según quien gobierne. Voltaire decía: yo no comparto tus ideas pero daría la vida porque pudieras seguir defendiéndolas. Y eso, que es de la Ilustración, hoy nos parece revolucionario.

-¿La novela surge para decir lo que el periodismo no le deja?

-No es tan así. Yo he tenido múltiples trabajos y en algunos me he sentido muy libre pero también he tenido la experiencia en una empresa periodística que como profesional te intenta constreñir y te pone las cosas muy difíciles en la medida en que tú intentas ser libre y ejercer tu trabajo con independencia. Eso en la literatura en principio no pasa, porque escribes sin pensar si publicarás. Luego tienes que tener la suerte de que una editorial lo haga. Yo la he tenido, si no lo que contaría sería diferente.

-¿Se identifica más con el periodista Eliseo, mentor del protagonista y que ejerce en España o con Elvira, que emigra a Francia para ser escritora?

-Si fuera entre dar la batalla o emigrar, dar la batalla pero no puedo elegir porque es optar entre periodismo y literatura y ella al final consigue su sueño como yo el mío de publicar. Deseo las dos cosas, no quiero renunciar.

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