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Todos los días al sol

Aunque el presidente del Gobierno se resista a pronunciar la palabra crisis - a lo mejor es solo el reflejo de algún trauma infantil - lo cierto es que, al día de hoy, deben ser muy pocos los españoles, sea cual sea su simpatía, afinidad o adscripción ideológica, que no estén seguros de que sufrimos los efectos de eso que no es crisis.

el 15 sep 2009 / 07:24 h.

Aunque el presidente del Gobierno se resista a pronunciar la palabra crisis - a lo mejor es solo el reflejo de algún trauma infantil - lo cierto es que, al día de hoy, deben ser muy pocos los españoles, sea cual sea su simpatía, afinidad o adscripción ideológica, que no estén seguros de que sufrimos los efectos de eso que no es crisis.

La escalada de la inflación, el aumento del paro, las restricciones del crédito, la caída del consumo y el desplome de los índices de confianza, son datos claramente indicativos de una situación de crisis. Y piensa uno que a la inmensa mayoría de los españoles les hubiera gustado que en la comparecencia de Rodríguez Zapatero, en el pleno del Congreso de los Diputados del pasado miércoles, para debatir la no crisis, el presidente hubiese hecho un ejercicio de sinceridad intelectual y le hubiese llamado a las cosas por su nombre.

Cierto es que los problemas son los que son, independientemente de cómo les queramos llamar, pero ese empecinamiento en no querer reconocer la realidad y darle el nombre que le corresponde, produce una sensación de intranquilidad, porque muchos piensan que la renuente actitud de Zapatero a utilizar la palabra prohibida, no se limita a su tozudez semántica, sino que puede ser el reflejo de una postura interna de no aceptación de la realidad.

Las cosas no son como son, sino como yo quiero que sean. Y eso es muy peligroso cuando procede de alguien con la máxima responsabilidad en el gobierno de la nación. Porque si la realidad no se acepta, tal como es, resulta complicado tomar medidas eficaces para combatir los efectos de algo que no se admite. Por ejemplo, si un alcohólico no acepta que lo es, es impensable que busque ayuda para dejar de beber.

De ahí, que la intervención del presidente, en lugar de ser un discurso definitorio de la situación y un enunciado de medidas a adoptar, se quedase en el mero esbozo, un tanto infantilista, de una declaración de intenciones, que oscilaba entre la insolvencia optimista y la profesión ideológica. O sea, nada. De todas formas, sea lo que sea lo que nos está ocurriendo, hay datos que hablan por si mismos.

Tenemos, por ejemplo, la subida del paro y el descenso de la afiliación a la Seguridad Social, lo que nos coloca en una situación muy parecida, o peor, que la sufrida en la recesión de 1.993. Esto nos conducirá a que España sea el país con la tasa más alta de desempleo de los 30 miembros de la OCDE.

Por cierto, que Andalucía es la comunidad que acapara más de la mitad del aumento del número de parados registrados en el mes de junio en toda España. Y, además, sin síntomas visibles de recuperación, sino todo lo contrario, porque nuestra comunidad es una de las más afectadas por la caída del sector de la construcción, que es el que más aporta a la lista del paro.

Así que no caben optimismos infundados, ni excusas comparativas o estadísticas, ideadas en la sombra de los despachos. Porque, eso si, hay quien piensa muy bien en la sombra cuando son otros los que se tuestan al, no sólo los lunes sino todos los días al sol.

Periodista

juan.ojeda@hotmail.es

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