Cultura

Tomatito derrochó duende y energía

Homenajeó a Camarón como mejor sabe: sacando arrope gitano de su guitarra.

el 26 sep 2010 / 08:57 h.

En el guitarrista Tomatito no es lo más importante lo que toca, que toca como el mismísimo Dios, sino cómo lo toca, cómo domina a la guitarra hasta humillarla y cómo pulsa las teclas, con una seguridad increíble y un sabor tan intenso y embriagador que parece que cuando se echa a dormir deja metidos los dedos en vino de solera. Tan es así, que en el raquítico programa de mano que dieron al público no aparecía el repertorio del guitarrista, como dando por hecho de que todo el mundo conoce sus piezas. Pues no, mire usted. Muchos sabrían si tocaba por tarantas o bulerías, pero la mayoría de los presentes se habrá preguntado no sólo el nombre de las piezas, sino por el de cada uno de los acompañantes -nueve en total-, que tampoco aparecían en el parco programa de mano. Esto sólo puede pasar en la Bienal.

Como iba diciendo, el Tomate es más un guitarrista para la piel que para la cabeza. A mí no me hace pensar, porque llegaría a conclusiones complicadas. Sólo me emociona y me embriaga con su toque gitano de una fuerza brutal y un pellizco que parece que lo han fundido en una fragua de Triana. Pero no es del célebre arrabal de Sevilla, sino de Almería, la tierra de Torres y Gerundino, que hacían guitarras de canela en rama.

José Fernández Torres ha venido a esta Bienal a rendirle tributo a Camarón de la Isla, el artista que lo hizo universal. Con el hermoso nombre de Luz de guía, el destello eterno, el guitarrista planteó un concierto retrospectivo de su ya extensa obra, de la que nos ha puesto bien en otras ocasiones en la Bienal. Enseguida sonaron acordes de tarantas coronadas con aires fandangueriles y, luego, una pieza de una gran delicadeza y estética musical bellísima, aunque nada flamenca, sacada de Sonata Suite. Menos mal que no tardó mucho en tocar su clásica bulería, de corte muy tradicional y una flamencura de locura. En la próxima Bienal deberían hacer una gala inaugural de veinticuatro horas ininterrumpidas del Tomate tocando por bulerías, porque no se puede tocar con más profundidad sin resultar rancio. Su toque provocó luego un estallido de voces gitanas cantándoles a Camarón, desde la dulzura granadina de Morenito de Íllora hasta el latigazo enduendado de Simón Román.

Tomatito jugó con los ritmos como quiso, saltando desde la rumba al tango y desde la soleá a las bulerías, o al contrario. Para regalarnos al final el baile espectacular de José Maya, una máquina de bailar. Con el público en pie, en plena despedida, aún hubo más cosas emocionantes, como la presentación de su hijo José y de su nieto, de cinco años, que son los que le ayudan a vivir. Camino del periódico, su toque retumbaba todavía en mi cabeza. ¡Vaya conciertazo!

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