Cultura

Torrealta y El Pilar marcaron las cumbres en la temporada taurina

Numerosas reses sueltas no fueron aprovechadas en la Feria de Abril.

el 30 abr 2010 / 18:26 h.

La exposición fue inaugurada con unos espectaculares fuegos artificiales.

Si el hierro de El Pilar renovó la excelencia del pasado año con un encierro que merece una notable lectura global, fue un toro de Torrealta el que rompió todos los esquemas y permitió a El Juli cuajar la faena más compacta de la Feria para convertirse en su triunfador absoluto.

Toca hacer balance del juego del ganado que salió por la puerta de chiqueros en la plaza de la Maestranza. Y partiendo de lo más brillante, hay que recordar ese ejemplar cinqueño, con aire viejorro y acucharado de pitones, marcado con el hierro de Torrealta y de nombre Zurcidor, que cambió su aire rajado y su vocación mansa por un espectacular, codicioso y emotivo galope en la muleta que se adaptó como un guante a la tersa y poderosa muleta del madrileño.

En ese mismo encierro aún hubo otro lote importante: un segundo de muy buen fondo y un peligrosísimo quinto que permitieron a Manzanares revelar arte, valor y disposición.
Pero, una vez más, el conjunto más completo iba a llegar a los corrales de la plaza de Sevilla desde el campo charro.

En la corrida de El Pilar hubo cuatro toros de muy buena nota que sirvieron para certificar la distinta forma de los toreros que tuvieron delante: la actual incapacidad de El Cid; los límites de un espeso Castella con un muy bravo quinto; y la ancha paleta de colores de Manzanares, que cuajó de cabo a rabo al boyante y duradero sexto.

Pero el cuadro de honor dio para más. Como los dos nobles y algo remisos ejemplares de El Ventorrillo que sirvieron a El Juli para abrir la Puerta del Príncipe; o un excelente lote de la Ventana y El Puerto de San Lorenzo que volvieron a certificar las horas más bajas de El Cid.

Bajando un poco el tono, la baraja de toros posibles se sigue ampliando notablemente, desparramándose por la mayoría de las corridas lidiadas. Y así hubo dos ejemplares de tono medio en las corridas de Daniel Ruiz; un toro que se dejó en la de Pereda; un buen ejemplar en la del Conde de la Maza que permitió revelar las posibilidades de Oliva Soto; un tercero con encastada movilidad en la de El Torreón que no fue entendido del todo por Salvador Cortés; también un segundo que se le fue a Bolívar.

Toros por encima de los tres matadores en la de Victorino Martín a la que le volvió a fallar la presentación; un segundo que duró muy poco en la de Gavira; un lote noble y con fondo que desperdició Aparicio en la terciadita corrida de Jandilla; dos mansos nobles en la de Alcurrucén; un lote boyante y colaborador marcado con el hierro de Torrestrella que desnudó las enormes carencias de El Cordobés y hasta un miura noblón con el que no terminó de afinarse El Fundi.

La de Fuente Ymbro, aunque no llegó a lo mucho que se esperaba de ella, lidió al menos dos astados que enseñaron el delicado trance que pasa Perera. Tampoco hay que olvidar que el ciclo continuado se abrió con una muy buena novillada de Espartaco que mostró la insolvencia de los novilleros anunciados.

En absoluto contrapunto, fracasó por su espantosa presentación y pésimo juego el encierro de Palha. Los toros portugueses llenaron de borrones su brillante hoja de servicios y se convirtieron en el mejor ejemplo de todo aquello que los veedores, la autoridad y los propios criadores no deberían tolerar en Sevilla.

Por cierto, lástima que tantos y tantos toros posibles no encontraran matador...

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