Local

Traductores de sentimientos

La Escuela Sevillana de Mediación radiografía cuáles son los conflictos diarios en Sevilla.

el 10 oct 2010 / 18:19 h.

TAGS:

Javier Alés, en el pasillo central de la Universidad Pablo de Olavide.

Una madre entra en un despacho de abogados llorando desconsoladamente. No ha dormido en la última semana. Es madre soltera y su hijo adoptado le ha hecho una petición: "Quiero conocer a mi familia de verdad". El letrado, especializado en mediación, le contesta: "Pues qué suerte tiene usted". La mujer, desconcertada con esta respuesta, acaba entendiendo que lo que ella interpretó como un rechazo del joven a su familia no era más que un deseo por conocer sus orígenes, sin que ello fuera un menosprecio a su madre adoptiva. Este caso, real, es un ejemplo del día a día de los mediadores. "Nuestro trabajo consiste en traducir los sentimientos", explica Javier Alés, profesor de Derecho de la Pablo de Olavide y director de la Escuela Sevillana de Mediación.

La Ley Andaluza de Mediación se aprobó en 1999 pero en la Olavide se están formando mediadores desde tres años antes. ¿Y qué son los mediadores? "Una figura muy simular a un antiguo juez de paz o Defensor del Pueblo", ejemplifica Alés. "El conflicto está en la calle y el mediador trabaja por pasar de la cultura del conflicto a la cultura del acuerdo", sentencia este abogado. Ante cualquier problema (ya sea con el vecino, un familiar, un amigo...) "estamos acostumbrados a acudir a los juzgados, pero todos tenemos herramientas para solucionar los problemas". Esta afirmación no es fruto de una percepción sino que está sustentada en el primer estudio de investigación sobre conflictividad vecinal en Sevilla que elabora la Escuela Sevillana de Mediación.

Medio centenar de expertos han realizado algo más 100 entrevistas a líderes vecinales, maestros, policías locales, responsables de servicios sociales y ciudadanos anónimos con el fin de recoger información acerca de los conflictos más habituales en los distritos y la manera en la que se solucionan. Los asuntos que más peleas suscitan son por este orden: los malos olores de basura acumulada, la música o los ruidos en las calles hasta altas horas de la madrugada, la ropa tendida en el vecindario, las discusiones entre clientes de bares y las broncas entre conductores.

"Hemos abierto el armario de Sevilla para ver qué es lo que hay. Sevilla es conflictiva, sí, pero no más que otras ciudades de España. Quizás tenemos más roces que en Huesca por la sencilla razón de que aquí vivimos más la calle", razona el director de la Escuela Sevillana de Mediación.

Ante casos como éstos, ¿cómo debe actuar el mediador? Alés da la receta de la fórmula magistral: "Primero tenemos que devolver la capacidad de solución a quien tiene el problema; segundo, reconocer la parte de culpa que cada uno tiene; y en tercer lugar, si el conflicto se dilata, buscar la mediación sí o sí". Hasta ahora, la mediación ha sido el último recurso. Los juzgados derivan casos -en su mayoría de custodias, divorcios y pensiones alimenticias- con la esperanza de que la mediación (el diálogo, en definitiva) surta efecto. "Los juicios se suspenden durante un tiempo para ver si hay acuerdo entre las partes", señala Alés. Y los resultados invitan, por lo menos, a ser optimistas. "En el 90% de las mediaciones, hay solución".

No obstante, hay casos en los que alcanzar un acuerdo es imposible. "En problemas enquistados o en los que las partes se han hecho mucho daño, la mediación no surte efecto". "Intentar ahora -apostilla Alés- sentar a Farruquito y a Ángeles Madero [la mujer del peatón al que atropelló mortalmente el bailaor] es absurdo. Las relaciones se viciaron".

Hay tres principios inquebrantables para un mediador: no buscar el motivo del conflicto (no preguntar qué fue lo que desencadenó el problema), que sean las partes las que decidan lo que quieren hacer y conseguir la confianza de quien tiene el problema para solucionarlo.

Crisis y redes sociales. La crisis beneficia a los mediadores. Y no porque haya más conflictos, sino porque "la gente se avispa a la hora de buscar soluciones. No todos pueden ahora pagar un abogado por un litigio que puede alargarse años", explica Alés. La mediación, como la Justicia, depende de la renta: puede ser gratuita o costar entre 80 euros (por una sesión) o 120 si hay acuerdo.

Lo que sí han detectado en la Escuela Sevillana de Mediación es la aparición de conflictos en los que las nuevas tecnologías han sido la plataforma donde saltó la chispa. Otro caso real: unos padres reclamaron la labor de un mediador ante el "acoso" que sufría su hija de "unas amigas de sus amigas, a las que no conocía de nada", pero con las que tuvo un rifirrafe en Tuenti a cuenta de unas fotografías. "En estos casos podría funcionar lo que se denomina una ODR (Online Dispute Resolution, en sus siglas en inglés)", una plataforma digital donde resolver los conflictos, adelanta este profesor de Derecho. Por último, Javier Alés llama la atención sobre lo mucho que ha cambiado el mundo del Derecho a raíz de la implantación de la mediación como una disciplina más a la hora de solucionar conflictos. "Los del mundo del Derecho hemos aprendido a trabajar no con lo que es legal sino con lo que es justo. Casos como el del juez Calatayud deberían ser lo normal", se lamenta.

El perfil del mediador es el de un licenciado en Derecho, Psicología, Pedagogía, Trabajo Social y Educación Social, fundamentalmente. Pero cualquiera puede llegar a serlo, aunque para ejercer esa labor de mediación sólo dentro de su especialización.

  • 1