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Trapecistas, magos, payasos... maestros

El Ministerio de Educación pone a disposición de los hijos de los artistas una roulot que funciona como escuela y en la que ahora estudian 14 niños.

el 24 abr 2010 / 18:04 h.

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Los alumnos del Circo Mundial en clase.

Natalia y Noelia están sentadas en la última fila de la clase, calladas y con los ojos cansados. Apenas se las reconoce así, sin maquillar y con chándal, pero son las mismas niñas que aparecen montadas a caballo y con trajes luminosos en el enorme cartel que hay junto a la taquilla del Circo Mundial: “¡Natalia y Noelia, las gemelas nacidas en el circo!”.

Una función dura dos horas y media, y a veces el circo hace tres representaciones al día. Con el Circo Mundial que llegó a Sevilla para la Feria viaja una escuela ambulante donde estudian 14 niños de entre 4 y 16 años. Casi todos son hijos de artistas y colaboran en el número de sus padres bajo la gran carpa: la hija del payaso, del mago, de los trapecistas, del domador de leones blancos, de la amazona que monta elefantes.

Si les preguntan para qué estudian, dicen que para ser magos, payasos y trapecistas. Si les dan un papel, todos dibujan un circo.

En días de muchas funciones, los alumnos entran en clase maquillados y cada uno con su traje. Se quedan un rato en sus pupitres, abren los libros, hacen algún ejercicio y salen pitando de la escuela-caravana a la carpa. A veces faltan porque les coincide con su número. Y otras terminan la última función pasada la medianoche y al día siguiente empiezan las clases a las nueve. “Ellos no encontrarán la vocación en la escuela. Nacieron con ella, adoran el trabajo de sus padres y no lo ven como una diversión: es un trabajo y no pueden faltar”, dice la maestra.

Aína Soto, de 29 años, es una de las 21 maestras itinerantes asignadas a un circo. El Ministerio de Educación creó en 1986-87 el Programa de aulas itinerantes en los circos. Para autorizar un profesor ambulante debe haber un mínimo de cinco alumnos. El Gobierno les compra la roulot-escuela y la caravana donde vivirá el maestro. “Es una convocatoria especial para profesores. Quien se presenta, elige la inestabilidad, moverse contínuamente, no tener una casa fija: todo lo contrario a una plaza normal”, dice Aína.

Está prohibido dar clases en movimiento. El aula-caravana es muy parecida a eso que en tierra llaman caracolas. Es un barracón de 12 metros de largo enganchado a un camión. Cuando el circo llega a la ciudad, el aula-caravana aparca entre los camerinos de los artistas y, de repente, nace un poblado fantasma que tendrá entre una semana y cuatro meses de vida. En cada remolque se instala una escalera de hierro y los camiones se convierten en miniapartamentos. La escuela-roulot es como un mecano.

Desde dentro se deslizan dos anexos laterales, el aula se ensancha y el remolque se convierte en escuela. Colocan sillas y pupitres y luego entra la maestra, los 14 alumnos y un profesor de apoyo que paga el propio circo. Mientras dan clase, los demás están de fiesta y llega desde el otro lado de la calle el ruido de las sevillanas y las bocinas de la calle del Infierno. “Es una locura”, dice Aína. Apiñados, la maestra sortea las mochilas y va de mesa en mesa, porque unos son de Infantil y otros de Primaria y de ESO. Cuando el circo desmonta, pliegan la escuela como si fuera un muelle, y se trasladan: Valladolid, Zaragoza, Madrid, Guadalajara, Málaga, Sevilla, Canarias...

Este curso hay 151 alumnos en los 19 circos que deambulan por España, pero los números circenses son fugaces, los artistas no siempre son los mismos en cada circo, cambian y se intercambian, y con ellos viajan sus hijos. En el Circo Mundial (200 trabajadores), el año pasado empezaron 13 alumnos y sólo cuatro llegaron al final de curso. Aún así también acabaron con 13 niños, hijos de los nuevos artistas que se subieron a la caravana en ruta.

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