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Tres novillos para andar mejor

Adrián y Sanlúcar se marcharon con las manos vacías a pesar de sortear las reses más potables del encierro de Villamarta.

el 06 may 2013 / 00:04 h.

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La novillada no fue de revolución pero no le faltó interés. El encierro de Villamarta brindó posibilidades para triunfar abiertas en un lote para salir lanzado con fuerza a la inminente alternativa de Fernando Adrián y un tercero que, sin durar tanto, tenía veinte muletazos de los buenos. Desgraciadamente, la carrera de Adrián –formado en la factoría de toreros que montó El Juli en Arganda del Rey– ha sido declinante. Deslumbró en esta misma plaza en sus inicios como novillero sin caballos pero la cilindrada de su motor se ha ido reduciendo a la vez que se estancaba en el complejo escalafón menor. Pronto se hará matador de toros y el panorama se antoja demasiado complicado. Para él fueron los dos mejores novillos de este encierro de Villamarta: un primero codicioso y un cuarto con bondades que duró los mil millones de muletazos que le enjaretó el chaval sin sacar nada en claro. Abantito y suelto en la lidia, ese primero quiso coger los capotes por abajo aunque se quebrantó en un tremendo volantín que mermó sus fuerzas. No importó, berreando y protestando persiguió la muleta de Adrián, mostrando muchas teclas y registros que tocar. Pero el madrileño, abusando de andar siempre detrás de la mata, torea perdiendo pasos en vez de ganarlos y busca más la composición premeditada que una colocación comprometida y así es imposible acoplarse con los novillos. Idéntica película se iba a repetir con ese bonancible cuarto al que picó con sobria y precisa eficacia Luis Miguel Leiro. Fernando Adrián le enjaretó el Cossío entero: miles de muletazos amontonados de todas las marcas que el utrero de Villamarta se tragó sin rechistar, humillando con codicia y siguiendo una muleta que no terminó de convencer a casi nadie. Una buena serie diestra y algún natural suelto de bella factura se perdieron en medio de la nada. Había tenido en la mano los resortes necesarios para salir espoleado de cara a esa alternativa pero salió más bien tocado. Tampoco terminó de convencer por completo Álvaro Sanlúcar. El torero gaditano mantiene ese buen corte que le hizo brillar con luz propia en sus inicios pero pasa un inmenso calvario delante de los novillos y además se le nota demasiado. Parece no haber asimilado por completo la dureza del utrero, tan distinta del eral. El chaval enseña destellos de calidad que se asoman aquí y allí y cuando logra sobreponerse a sí mismo es capaz de ligar muletazos con sabor pero... Se templó con el capote recibiendo al tercero, un novillo hondo y apretado de carnes que rompió a bueno en la muleta. Sacudiéndose las duquelas negras logró enjaretar un puñado de pases diestros que enseñaron otro sabor. El novillo duró poco, tan poco como la gasolina del chaval, que pechó en sexto lugar con un cuajado berrendo, levemente salinero, que se empleó de verdad en un duro primer puyazo que le exprimió todas sus fuerzas. Se paró por completo y puso en aprietos a los banderilleros. En el último tercio no quiso andar mucho más aunque tuvo algunas arrancadas que Álvaro Sanlúcar sorteó como pudo. Nada más. El tercer hombre en discordia fue el francés Juan Leal que se marchó de su presentación sevillana con el beneficio de la duda. Para él fue el lote menos propicio del encierro. Pasó mucho tiempo en la cara de sus dos novillos –y se llevó varios porrazos sin consecuencias– enseñando que anda sobrado de valor. Habrá que verlo más y mejor.

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