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Tres paradas entre Feria y Resolana

Hasta tres mudanzas ha sufrido el quiosco de María Dolores Trabajo en dos décadas dedicada a la profesión. En todas ha dejado algo atrás.

el 04 mar 2014 / 10:34 h.

MARIA-DOLORES-TRABAJO María Dolores Trabajo Ruz, quiosquera de la calle Feria. FOTO: Pepo Herrera

Entre aquel quiosco de chapa situado junto a la parada de autobús y el que ahora se ubica frente al número 161 de la calle Feria hay todo un diario de recuerdos en los que Mari es la protagonista. Dejó de ser ama de casa para enrolarse con su marido en un universo de prensa y revistas que ahora gestiona ella sola. Su mayor premio ha sido conocer a tantos vecinos que, además de como quiosquera, la buscan como amiga
Dentro de un quiosco se guardan infinidad de historias que no salen en las portadas de los periódicos. Aunque a diario pasen por las manos de los quiosqueros decenas de informaciones de lo que ocurre en su ciudad o en cualquier otra del mundo, hay momentos que difícilmente pueden resumirse en esas mezclas de tinta y papel que venden a sus clientes. Mensajes que van desde un «hola, ¿cómo estamos» hasta una amigable charla de tú a tú o, lo que es lo mismo, de quiosquero a vecino. Una relación de cercanía, sin complejos ni prejuicios, que acaba por convertir al vendedor de prensa en un elemento clave de la idiosincracia del barrio. El quiosquero, como libre oyente, y el cliente, que también escucha lo que ocupa y preocupa el vendedor. En esas, a María Dolores Trabajo no se le olvida que le han obligado a mudarse de sitio hasta en tres ocasiones, durante las dos décadas que lleva dedicándose al noble oficio de vender prensa. Poco después de la Expo de 1992, su marido se hizo con el traspaso de un viejo quiosco de chapa ubicado en los albores de la calle Feria, frente a los Altos Colegios. Allí permaneció varios años hasta que el cambio de modelo de estos puntos de venta la llevó a la que fue su segunda parada:la Resolana. Lugar para el que le harían un quiosco especial, sin bandeja abatible, que se acomodaba a las dimensiones de la calle. Pero ésta tampoco sería la definitiva. Las obras del carril bici –como ya le ocurriera a Margarita Ardana, nuestra quiosquera de la calle San Jacinto– y la falta de visibilidad obligaron a María Dolores –Mari para sus vecinos– a llenar su maleta de revistas y trasladarse al número 161 de la calle Feria, donde llegó hace cuatro años. Una quiosquera, nómada obligada, que ha visto cómo el paso de los años y los cambios de ubicación han rebajado considerablemente los niveles de venta de prensa. «Aquí el primer Domingo de Ramos vendimos más de 200 ejemplares. Ahora ni nos acercamos a cien» explica Mari. Quizás por eso comenzó hace tiempo a diversificar su negocio, poniendo a la venta revistas y una gama de publicaciones infantiles que atraen la atención de los más pequeños. Y como no le falta imaginación ha colocado en la fachada del edificio que tiene enfrente un escaparate de libros y colecciones que hacen más acogedor su tramo de acerca. Con la connivencia del dueño del inmueble –cerrado, a la espera de encontrar un comprador–, Mari aprovecha para poner más vistoso su quiosco y, de paso, avisar a sus vecinos de si la mañana se presenta pasada por agua. «Si coloca las revistas es que no va a llover. Es la que más entiende del tiempo», explica Luis, a la postre «dueño consorte» –como se define él– del número 161 de Feria y paseante habitual de la zona. Como él, son muchos los que a diario pasan por el punto de venta de Mari, llevándose, además de su periódico, algún que otro consejo de nuestra quiosquera. Pues ella, detrás de su rostro tímido e introvertido, encierra el de una mujer que ha aprendido a convivir con sus clientes, a pesar de que «nunca» imaginó que dejaría de ser ama de casa para convertirse en regente del quiosco. Un ejemplo de ello es Encarni, trabajadora de la zona que forjó su amistad con Mari durante el tiempo que sus hijas estuvieron escolarizadas en los Altos Colegios. «Yo vengo a charlar con ella de todo, de lo que vamos a comer, de sus cosas, a darle ánimo... porque yo no soy muy de prensa», confiesa. Como ella, Mercedes, una vecina de Resolana ya jubilada, no duda en pasar por el quiosco para ver a Mari, de la que valora su «trato excelente» y sobre todo su «profesionalidad». Pero nuestra quiosquera también tiene asiduos que acuden a lo que se va a un punto de venta, a comprar la prensa. Paco o Antonio son sólo dos ejemplos de vecinos que, como ritual matutino, llegan, cogen su periódico y se marchan con él bajo el brazo. Ylo hacen desde hace años, aunque haya quien se empeñe en decir que el papel no está de moda. Dos décadas después, el quiosco de chapa junto a la parada de autobús, el mismo que vivió su época dorada en la Resolana, sobrevive a duras penas en su nuevo hogar de la calle Feria. Mari, que desde que falleció su marido no tiene quien la acompañe en esta aventura, tiene claro que prefiere quedarse donde está a seguir probando ubicaciones. No es muy de experimentos. Por eso prefiere ser como el barrio, «que no ha cambiado en 20 años». Tiene a la esperanza como garantía, que de eso van sobrados en la calle Feria. Si quiere conocer más de la historia de María Dolores, esta noche a partir de las 21.30 horas, vea el reportaje en El Correo TV.

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