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Un aliado de la solidaridad

Dijo sí a sus padres, a Alcosa y a la prensa. La palabra ayuda siempre está presente en cualquier titular de la vida de José Ignacio Montero.

el 23 jun 2014 / 23:39 h.

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José Ignacio Montero, quiosquero de Ciudad de Chiva en Alcosa. / José Luis Montero José Ignacio Montero, quiosquero de Ciudad de Chiva en Alcosa. / José Luis Montero

Hace más de tres décadas que la familia Montero llegó al Parque Alcosa, un barrio que por aquel entonces nada tenía que ver con el de ahora. Ana y Paco eran los padres de una familia de cuatro hijos que desembarcaba desde la Macarena buscando un futuro mejor, un negocio que fuese capaz de sacarlos adelante. 33 años después, aquel puesto de trabajo que surgió casi de la nada, en el que tantas horas, esfuerzos e ilusiones han invertido, se ha convertido en el quiosco de prensa de José Ignacio Montero, uno de los hijos de este matrimonio de valientes que quiso hacer de la venta de prensa un medio para ganarse la vida. Ellos, con mucho trabajo, lo consiguieron. Media vida después es su hijo el que, con más imaginación y entusiasmo que otra cosa, lucha por mantenerlo vivo aunque sea nadando a contracorriente.

A sus 37 años de vida es padre de dos niños de cuatro y siete años y propietario de un quiosco que no cambiaría por nada en el mundo. «Por supuesto que se puede ser feliz siendo quiosquero. Tengo claro que si no lo fuera no estaría aquí», explica. Con las ideas muy claras, y después de abandonar sus estudios para enrolarse en esta aventura, José Ignacio tomó el relevo de sus padres en este quiosco ubicado en la Avenida Ciudad de Chiva esquina con la Plaza Encina del Rey. «Recuerdo el día en que mi padre me dio las llaves. Yo había venido algún día suelto a ayudarle, pero solo... Aquel día me encontré con el manojo de llaves y muchas ganas de luchar». De esa experiencia han pasado ya 15 años. En este tiempo, la crisis de la prensa le ha llevado a incorporar otros productos a la venta: cupones de la ONCE, chucherías, libros, juguetes, revistas e incluso libros. Hasta ha llevado su quiosco a las redes sociales, con un perfil en Facebook –Kiosco Encina Rey– en el que además se ha convertido en fiel cronista de todo lo que ocurre a diario en el Parque Alcosa.

A la espalda de su quiosco le acompaña cada día la banda sonora de la chiquillería del colegio Arrayanes. En ellos se ve reflejado José Ignacio, en aquellos años 80 en los que con cuatro años llegó a un barrio desconocido para quedarse, de la mano de sus padres, en un quiosco de chapa del que se refugiaba en casa de los vecinos cuando llegaban los temporales de invierno. «Mi madre nos traía un termo y comíamos aquí, porque hasta los tres años no nos mudamos a Alcosa». Aún así no olvida lo feliz que fue su infancia. «Son recuerdos maravillosos, no sólo por haberme criado en este quiosco sino por el ambiente de barrio que tenemos». Por ello, aunque tiene claro que preferiría que sus hijos estudiaran, sostiene que «si se tercia» que continuaran con el negocio «estaría orgullosísimo».

Hay otra familia, además de la suya, para la que el quiosco de José Ignacio es también muy especial. La de El Correo de Andalucía, que nunca olvidará el apoyo de este quiosquero en aquellos momentos en los que el decano de la prensa parecía abocado a su desaparición. Su mensaje fue muy claro entonces y también ahora: «si El Correo caía, lo hacíamos todos». Por eso no dudó en explicar la situación a sus clientes y en ponerse a disposición de esta cabecera para aumentar las ventas. Aunque lo que nunca olvidará es la portada del 10 de noviembre del pasado año. En ella aparecía una veintena de rostros de clientes de su quiosco con el periódico en la mano, apoyando al decano. «Guardo la portada con mucho cariño porque en ella salen todos mis clientes». Ni esa portada ni el artículo que le dedicó César Rufino agradeciendo su compromiso. El hombre que amaba al periódico se llamó. Ahora que la situación ha cambiado, José Ignacio se siente en parte «responsable» de la mejoría. «Recuerdo que de niño El Correo era un referente en toda Sevilla, que por la crisis fue cayendo, pero que ahora se recupera y vuelve a ser lo que fue».

Gestos como éste avalan la idea de que estamos ante un hombre comprometido con quien le pide ayuda. También con Alcosa, su barrio de adopción, por el que trabaja a diario «orgulloso de ser como somos y de vivir como vivimos». Su vida cambió aquel 1999 en el que su padre le entregó las llaves del quiosco. Fue una decisión responsable que «volvería a tomar siempre». En su haber queda la satisfacción de haber heredado lo que tanto esfuerzo costó a su familia. Eso y el cariño de todo un barrio. «Lo mejor es el trato con las personas, que son amigos más que clientes». Quién dijo que la prensa había muerto...

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