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Un anillo que dominará el Maestranza

el 04 nov 2010 / 23:37 h.

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"Aquel que tenga el anillo dominará al mundo" se decía en la saga literaria de Tolkien, El señor de los anillos, no por obvio más inmediato referente espiritual de la tetralogía wagneria que Pedro Halffter y La Fura dels Baus comenzaron a edificar anoche y lo seguirán haciendo por tres años consecutivos.

El oro del Rin, prólogo de este ‘festival escénico', levantó el telón en la producción que la compañía catalana soñó para mitificar más aún a los dioses, gigantes, nibelungos e hijas del Rin que transitan una inabarcable narración que hoy se nos presenta tan lúcida como ingenua y ante la que solo caben dos opciones: contarla amparándose en la ciencia ficción más desaforada o humanizar hasta la sátira y la burla a los personajes.

Evidentemente, la Fura -por medio de uno de sus más lúcidos gurús, Carlus Padrissa- opta por lo primero y, por cierto, no lo más usual en el momento actual de la ópera. Se encuentra en ella todo el lenguaje escénico que ha caracterizado históricamente sus apasionantes y controvertidas propuestas: grúas, robots, imponentes proyecciones, ambiente industrial y un barniz en el vestuario entre el conflicto bélico futurista (Alberich, Loge...) y la ensoñación más estilizada (Fricka, Wotan...). Falta la provocación pero ésta aquí no tendría cabida y chocaría frontalmente con su respetuosa adecuación al texto.

En el foso Halffter se preocupó de proporcionar sustento al desarrollo dramático de la escena, con pasajes de gran intensidad sonora y con una exposición diáfana de los motivos conductores que quedaron meridianamente expuestos en una ópera que, musicalmente, no es tan directa en la audición como lo será la ulterior Valquiria. Fue entonces la versión que brindó la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla una lectura de grandiosidad comedida; con algunas dinámicas aceleradas en aras de poner el acento en los pasajes confiados a vientos y metales, cuyo caudal sonoro fue en crescendo al compás que evolucionaba la función.

Vocalmente el triunfo estuvo repartido entre todos los miembros de un cast correcto, sin grandes puntuaciones ni por lo alto ni por lo bajo. Estupendo el Loge de Robert Brubaker, acaso la voz más wagneriana de todas junto con la irreprochable y densísima Erda que trazó Hanna Schwarz y el adusto Alberich de Gordon Hawkins. El Wotan de Jukka Rasilainen estuvo henchido de sentido y expresión sin que el bajo-barítono sea dueño de una voz espectacular, aunque sí posee una proyección de gran calibre.La soprano Elena Zhidkova, como Fricka, demostró que la rusa sigue siendo una gran escuela de canto: perfecta impostación y emisión, buen legato y algo mate en cambio su timbre. A correcto nivel el resto del elencto. Potentes José Ferrero y Hans-Joachim Ketelsen, así como los gigantes Attila Jun y Stephen Bronk. Todos ellos, unidos a una entregada figuración, solventaron sus difíciles papeles, vencieron al vértigo y a las, en ocasiones, difíciles maniobras exigidas por el guión a la hora de cantar. El Maestranza ha sellado un pacto con el Anillo de Wagner / La Fura. Su unión nos habrá de llenar de gozo durante cuatro años.

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