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Un basurero de principio a fin

El cerro del Carambolo, para sorpresa de todos, ha vuelto a sus orígenes. El vertedero en el que se ha convertido la zona en la que se hallaron las 21 piezas de oro es sólo un fiel reflejo de lo que fue antaño: una fosa-basurero de carácter ritual. Foto: El Correo.

el 15 sep 2009 / 16:05 h.

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El cerro del Carambolo, para sorpresa de todos, ha vuelto a sus orígenes. El vertedero en el que se ha convertido la zona en la que se hallaron las 21 piezas de oro es sólo un fiel reflejo de lo que fue antaño: una fosa-basurero de carácter ritual.

Esa tesis fue desvelada por los profesores Álvaro Fernández y Araceli Rodríguez, encargados del último estudio arqueológico en la zona, durante el Simposio Internacional de El Carambolo, 50 años de un tesoro, que dio comienzo ayer en el Paraninfo de la Universidad de Sevilla.

Fernández y Rodríguez defendieron que sus últimas excavaciones, realizadas entre los años 2002 y 2005, sostienen que el entorno era un santuario que existía desde el siglo IX antes de Cristo y no una ciudad de los tartesios, como así la catalogó hace medio siglo el profesor Juan de Mata Carriazo, descubridor del tesoro. E incidieron en que, pese a que el santuario ocupaba una parte importante de este cerro, el lugar en el que fue localizado el tesoro se destinaba a acumular las ofrendas que los pobladores de estas tierras entregaban para honrar a sus dioses.

El estudio también constata la existencia de los espacios y las instalaciones necesarios para la práctica del sacrificio, la preparación de las ofrendas.

Los autores de esta investigación arqueológica corroboraron la teoría revisionista de que las reliquias son propias de la civilización fenicia. Y es que, según las pruebas realizadas a los materiales cerámicos que se hallaban en la fosa, ni siquiera este santuario tuvo visos de tener influencia de una civilización que no fuera la fenicia. "Los fenicios no vinieron a comerciar, sino a instalarse", explicó ayer Álvaro Fernández, que sugirió la hipótesis de que la civilización que moraba estas tierras antes de la irrupción fenicia "fueran tal vez nómadas, que no estaban sujetos a un rey y que se dedicaban a labores como la ganadería y a la agricultura".

Las conferencias no hacían otra cosa que reafirmar el papel de los fenicios en la historia del tesoro del Carambolo. El profesor José Luis Escacena, del Departamente de Prehistoria y Arqueología del Universidad de Sevilla, reivindicó este enclave como recinto de culto e incluso aportó pruebas, como el exvoto de Astarté -divinidad fenicia- que custodia el Museo Arqueológico de Sevilla y que, al parecer, fue hallado en el propio Carambolo antes incluso de la aparición del tesoro. Este cambio de poblado indígena a templo fenició no hace otra cosa, según Escacena, de dejar en cuarentena las señas de identidad de la cultura material tartésica.

La intervención de estos investigadores no hace más que romper aún más con la visión tradicional, aquella que a finales de los años 50 insistía en que el tesoro del Carambolo era la muestra palpable de la existencia de Tartessos, de cuya realidad sólo quedaba constancia a través de la literatura antigua. Pero el minto se desmontó ayer hasta en los libros. El profesor Gonzalo Cruz, de la Universidad de Málaga, hizo referencia a que no se puede trabajar con la premisa de que "si en la lectura aparece Tartessos hay que demostrar que existe". Por este motivo, emplazó a entender a los tartesios "como construcción literaria" y dejar a los arqueólogos la función de indagar en las civilizaciones que vivieron en el sur de Andalucía en el pasado.

Patriotismo. Las tesis que hasta ahora marcaban el origen del tesoro del Carambolo fueron revisadas por el profesor Manuel Álvarez Martí, de la Universidad de Málaga y autor de la ponencia La forja de un espejismo: los hallazgos del carambolo en el contexto de los estudios sobre Tartessos. La rápida catalogación del tesoro como tartesio por parte del profesor Carriazo en 1958 responde, a su juicio, a la urgencia de encontrar pruebas físicas para dar veracidad a la existencia de esta civilización.

Así, explica que en un contexto en el que se desató "una ola de nacionalismo exacerbado tras el final de la Guerra Civil", los historiadores de la época trataron de "españolizar" esa civilización y hacerla como algo propio. En medio de tanta presión por conocer la arquitectura tartesia apareció, por casualidad, el tesoro del Carambolo.

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