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Un clásico de la autonomía

El presidente del Parlamento es un socialista sereno cuya carrera política nació con el Estatuto.

el 29 abr 2012 / 17:06 h.

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Tras los cristales de sus gafas han pasado toda la Transición y la autonomía andaluza. Este político nacido un enero de hace 66 años en Peñarroya-Pueblonuevo (Córdoba) es un clásico. Catedrático de Filosofía, moderado y ponderado. Pero sobre todo, el presidente del Parlamento de Andalucía es un hombre bueno, señalan sobre él al unísono compañeros de su partido y de la oposición. Rara avis en este mundo político de bajas pasiones y puñaladas traperas.

De rostro adusto, barba recortada, piel pecosa y ojos claros, no hace honor a su apellido. Manolo no es gracioso aunque haya disfrutado de la gracia de todos los presidentes del Gobierno andaluz y líderes de su partido. Hijo de maestro y miembro de una familia de tres hermanos, pasó los tres primeros años de su vida en el pueblo que lo vio nacer pero su familia pronto se trasladaría a Córdoba capital. De la ciudad califal partió aún sin la mayoría de edad a Madrid, donde despertaría su conciencia y vocación política a la vez que cursaba estudios de Filosofía. Entró en contacto con movimientos cristianos y empezó un voluntariado en las Unidades Vecinales de Absorción (UVA), esas barriadas prefabricadas que inundarían las grandes ciudades españolas para absorber la mano de obra barata que llegaba en masa desde el pueblo. Allí acudía con un grupo de estudiantes a echar una mano, lavar niños o ayudar en lo que hiciera falta. De ahí a las movilizaciones estudiantiles. Fue responsable de prensa y propaganda del Sindicato de Estudiantes, luchando contra la dictadura en la clandestinidad.

A su vuelta a Córdoba recuerda las charlas interminables entre bambalinas de la docencia y la universidad. Algo había que hacer y Manolo decidió que iba a militar en el Partido Socialista. Era 1975. Su abuelo paterno fue ferroviario y militante, en silencio porque corría 1946, de la UGT. A él atribuye su vocación sindicalista. Muchos años después su nieto fue secretario general y presidente de la Federación de la Enseñanza de UGT. Su padre no fue militante de nada pero en su casa al caer la noche en el transistor sonaba Radio París y Radio España Independiente.

Si hay un personaje político que haya marcado su vida ese es "sin duda" Plácido Fernández-Viagas. El presidente de la preautonomía contó con un enorme respeto y admiración del hoy presidente de la Cámara autonómica. En un terreno más personal, no olvida sus charlas intensas con su admirado Felipe González.

Amante de la música clásica, se queda con Mozart pero le emociona Serrat, por sus letras y por ser el cronista de su vida, de su generación. Padre de tres hijas, de su primer matrimonio, y de dos hijos, de su actual pareja. Gracia es un hombre enamorado de su mujer, una guapa morena cordobesa, brava e inteligente, y de su familia. Es un padre que hoy en día sabe bien de conciliación, aunque reconoce que a la infancia de sus primeras hijas permitió que les robara más tiempo la política. Entonces fue sucesivamente consejero de Educación, de la Presidencia y de Gobernación, con Rafael Escuredo y José Rodríguez de la Borbolla.

Si hay un momento político que sigue vivo en su retina fue la constitución del primer Senado. Él ya estuvo en las Cortes Constituyentes de 1977, cuando todavía adornaban la sala los emblemas del Consejo Nacional del Movimiento. Le emociona tanto recordarlo como rememorar el referéndum del 28 de febrero y cómo se echaron a la calle a celebrar el resultado. Entre el momento de jurar su cargo como el primer consejero de Educación de Andalucía y el de hacerlo como presidente del Parlamento andaluz han mediado 30 años. Ambas son también fechas históricas en su vida política.

Griñán, el mismo presidente andaluz que ahora le ha dado el más alto reconocimiento de su carrera política, lo apartó de la portavocía del grupo parlamentario en la anterior legislatura. Ni chistó. Allí había llegado de la mano de Manuel Chaves para ocupar el lugar del entonces defenestrado Pepe Caballos. Salió de la segunda fila justo cuando Andalucía iba a pelear por su segundo Estatuto de Autonomía. Ese que defendió con emoción y nervios desde la tribuna del Congreso de los Diputados, ataviado con una corbata rosa que reservaba para los grandes momentos.

Jamás se le ha oído murmurar ni conspirar en bandos de su partido. No se sabe si apostó por Rubalcaba o Chacón y ha sido llamado a ser El Pacificador del PSOE de Sevilla. Como las siete generaciones de los Buendía que pueblan su novela favorita son capaces de retratar toda una época, Manolo Gracia por sí solo es capaz de resumir toda la historia política de Andalucía de los últimos 30 años. Ahí sigue este hombre que se siente afortunado en su vida. Gracia no para de dar las gracias.

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