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Un cooperante sevillano sufre las cárceles israelíes

Cinco veces lo han metido en el calabozo. Cinco veces ha salido gracias a generosas donaciones. Cinco veces se ha repuesto y ha vuelto a la carga. Es la historia de Juan Cristóbal Triviño, sevillano de San Bernardo, cooperante de la mayor ONG de ayuda a Palestina.

el 15 sep 2009 / 10:28 h.

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Cinco veces lo han metido en el calabozo. Cinco veces ha salido gracias a generosas donaciones. Cinco veces se ha repuesto y ha vuelto a la carga. Es la historia de Juan Cristóbal Triviño, sevillano de San Bernardo, cooperante de la mayor ONG de ayuda a Palestina.

Tenía 28 años, un título universitario de psicólogo, otro de trabajador social y un empleo que le permitía caprichos diarios. Pero algo le decía que por ahí no debía seguir. "Casi como Miguel de Mañara, otro sevillano", apunta riendo. Juan tenía claro que quería ayudar, como fuera, donde más hiciera falta. Así entró en contacto con varios grupos de misioneros en Nigeria, y allá que se fue tres años. Al teléfono explica, sin embargo, que con los años sentía cada vez más la necesidad de comprometerse "no sólo con el débil, sino con una causa política justa". Así que tomó el petate y se plantó en Palestina. Sin transición. Sin escala en casa de esos padres que siguen sin entender las "locuras de su hijo". De eso hace ahora seis meses.

Desde el primer minuto encontró acomodo en el ISM, el International Solidarity Movement, la mayor ONG extranjera de los Territorios Ocupados, que trabaja allá desde 2001 -con capital norteamericano, mayoritariamente-. Se ha convertido en el único ciudadano español que trabaja para ellos y en uno de los único cinco europeos (junto a una francesa, un polaco, un británico y una húngara). Por seguridad, al principio sólo pudo moverse por Cisjordania, la franja "tranquila, por decir algo". En abril dio el salto a Gaza, "la franja sitiada, donde no llega la gasolina, ni la electricidad, ni el pan casi. De donde es imposible escapar, donde el bloqueo de los israelíes impide que entren medicinas en los hospitales", relata.

Y es allí donde se ha forjado un notable expediente policial. "Cinco detenciones como cinco soles", dice quitándole hierro. La media sale a una por mes. Siempre por el mismo motivo: Juan se ha metido hasta la cocina, en el meollo, en cada una de las grandes manifestaciones que el ISM ha organizado en los últimos tiempos, precisamente para denunciar ese bloqueo. "Nuestras protestas son pacíficas, lo dicen nuestros estatutos. La prensa internacional ha estado allí para constatarlo y tenemos una compañera, Rachel Corrie, a la que aplastó en 2003 una excavadora sólo por ponerse delante de la casa de un palestino. Ése es nuestro estilo", puntualiza. Lo que sucede, denuncia, es que los soldados israelíes que vigilan la frontera con Gaza cargan "indiscriminadamente" contra ellos, "golpean a quien se pone por delante" y "detienen a los que llevamos de comer a los árabes".

¿Merece la pena ese esfuerzo? "Por supuesto", afirma Juan. "Nuestro dinero occidental nos saca de la cárcel, nosotros no sufrimos apenas y nuestra lucha se oye en todo el mundo. Si nos toca eso, es un mal menor". Como estar lejos de Sevilla. "Es un trago que hay que pasar para poder ayudar a quien lo requiere".

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