Al Betis lo debe haber mirado un tuerto. Da la impresión de que ya más cosas no le pueden pasar. O quizá sí, quién sabe. Este domingo había logrado enderezar un partido que arrancó bien y luego se le puso muy cuesta arriba con el empate rayista al comienzo de la segunda mitad, pues cuando peor lo pasaba llegó el 2-1 de Verdú (81) que le daba la misma vida. Y luego, dos ocasiones clamorosas de Rubén Castro para el 3-1, una que no fue gol porque se cruzó Tito y otra que abortó el meta Cobeño, antes dadivoso con Verdú y ahora infranqueable. Eso fue en los minutos 88 y 89, así que aún hubo tiempo para que esa ley no escrita en el fútbol, pero infalible, se volviera a cumplir. El que perdona lo paga. Y así ocurrió una vez más. Tras desperdiciar Rubén Castro las dos claras ocasiones para haber hecho el 3-1 y devolver la calma, apareció Jonathan Viera por la izquierda, mandó un centro larguísimo al área que Jordi Figueras fue incapaz de despejar y permtió a Bueno controlar y batir a placer a Sara ante la incredulidad del respetable, que ni tuvo fuerzas para protestar o enfadarse, pues aquello pasó a ser un velatorio. GANANDO AL DESCANSO. El Betis había llegado al descanso ganando merced a un gol de Amaya (25), a la salida de un córner botado por Nono, y de haber gozado de dos o tres buenas ocasiones más para dejar el triunfo más que encarrilado, en especial una de Jorge Molina (41) que le sirvió Salva Sevilla y acabó con remate del ariete al cuerpo del portero.
Mel pudo alinear de salida, por vez primera en esta Liga juntos, a Rubén Castro y Jorge Molina y echó mano de la visión de juego de Salva Sevilla para tratar de conectar con ellos. La sola presencia del canario en el campo, aún lejos de su mejor estado de forma, permitió ver movimientos en el ataque del Betis que parecían olvidados. Aunque a decir verdad el 1-0 llegó en una acción a balón parado, como los cuatro goles anteriores de la nefasta racha de siete partidos, que ya son ocho, sin ganar.
Nono y Vadillo, por cierto, fueron los jugadores más activos del Betis en una primera parte en la que, con cuatro cositas, los béticos fueron netamente superiores a un Rayo que apenas inquietó y se mostraba incapaz de acercarse a las inmediaciones de Sara.
NERVIOS TRAS EL 1-1. Todo cambió tras el descanso. Y eso que la cosa arrancó con una buena jugada de Vadillo y un cabezazo de Rubén Castro al larguero que bien pudo ser el 2-0, aunque como le pasó a Chuli en Lyon o a Nono en el derbi y ante el Barça, el palo fue doble, pues además de no marcar llegó el gol del rival, justo en la jugada siguiente. Fue la primera llegada seria del Rayo, que culminó con un disparo de Jonathan Viera y un rechace corto de Sara que recogió Bueno en posible fuera de juego para anotar el 1-1.
El gol dejó al Betis como un flan. La afición, que hasta entonces había tenido un comportamiento exquisito, empezó a abuchear las acciones de su portero y la ansiedad se apoderó del equipo. Mel se la jugó pronto con los cambios en el 66 ya había consumido los tres pero ni Verdú ni mucho menos Juan Carlos o Chuli le dieron al equipo la profundidad que necesitaba.
Fue mejor el Rayo en este segundo periodo y Viera, Bueno, Lass y Larrivay buscaron varias veces las cosquillas a los zagueros béticos, muchas veces vendidos en el correcalles en el que se había convertido el partido. La gente empezaba a enfadarse en serio cuando llegó el 2-1 de Verdú, al agarrar un balón suelto mal despejado por Cobeño. Parecía que la suerte, por fin, iba a sonreir al Betis. Pero solo fue un espejismo: luego llegaron las ocasiones falladas por Rubén, el 2-2 y una crisis de muy señor mio.
REAL BETIS: Sara; Juanfran, Amaya, Jordi, Nacho; Lolo Reyes, Nono, Vadillo (min.66), Salva Sevilla (Juan Carlos, min.59), Rubén Castro y Molina (Verdú, min.55).
RAYO VALLECANO: Cobeño; Tito, Galeano, Saúl, Nacho; Baena, Trashorras (Adrián, min.64), Lass, Viera, Falqué (Bueno, min.23) y Larrivey (Nery Castillo, min.69).
