No hay una obra de Wagner a la que el compositor volviera en más ocasiones que Tannhäuser, la revisó en múltiples ocasiones y tenía una idea preclara de cómo debía representarse y, por ende, de cómo funcionaba cada recoveco de la amplia partitura. Y, pese a tal grado de exactitud, el director artístico del Maestranza y la Sinfónica, Pedro Halffter, decidió hace dos años abordarla con el objeto de recomponerla en una síntesis sinfónico-coral en tres actos de unos 75 minutos de duración. El resultado va camino de asentarse en el repertorio de las orquestas, como manera accesible (en coste y calado en mayores audiencias) de presentarla. Anoche, este peculiar Tannhäuser sinfónico-coral se escuchó en el Maestranza en los atriles de la muy autorizada, wagnerianamente hablando, Sinfónica de Sevilla. Para llevarla a buen puerto, la directora canadiense Keri-Lynn Wilson se encargó de preparar la orquesta extrayendo de ella una sonoridad muy afín a la que Halffter nos hubiera entregado. Parece como si la relación epistolar entre ambos de cara a este concierto hubiera tenido también un correlato en la cuestión estética. Fue un Wagner sin palabras pero con mucho aroma de ópera y con un dramatismo a flor de piel. Ya desde la obertura, muy bien planteada, advertimos el buen hacer de Wilson: fraseo amplio, intenso colorido y alcance poético. El Coro de Amigos del Maestranza cumplió con creces su cometido, con unos bajos especialmente rotundos. La nueva obra funciona de manera formidable y contiene buena parte del torrencial aliento emocional que se expande en Tannhäuser, arremolinado aquí alrededor de un tour de force orquestal que está llamado a transitar numerosas orquestas. El empeño de Halffter quedará fijado en soporte discográfico en unos meses. Ahora, el maestro madrileño está acometiendo una nueva síntesis, en este caso referida a Siegfried, segunda estación de la Tetralogía, que por cierto está previsto que se dé a conocer en el Maestranza en el mes de junio del año próximo. Lo esperamos con sincera expectación.
