Cofradías

Un misterio para un cartel y un Cristo para cumplir sueños

Casi en una exalación, en apenas diez minutos, salieron los 950 nazarenos y los 40 monaguillos, mientras tras la espesa nube de incienso se adivinaba el paso.

el 14 abr 2014 / 21:33 h.

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«Id dos de apoyo a los compañeros porque la cruz de guía no puede avanzar», indicaba uno de los agentes de la Policía Nacional que controlaba la salida de Santa Marta. Y es que ni en la plaza de San Andrés, ni en García de Tassara ni en San Miguel cabía un alma cuando se abrieron las puertas de la parroquia y los fotógrafos se disputaban la misma foto: la cruz de guía bajo el dintel. Aún no se adivinaba el misterio del Traslado al Sepulcro dentro. Silencio, absoluto silencio, en la plaza y en el interior, sólo interrumpido por los comentarios de una hermana que veía la cofradía desde fuera e iba relatando quién iba en cada tramo, además de su hijo, uno de los auxiliares que estaba padeciendo la bulla que impedía avanzar el cortejo. Santa Marta realizando su estación de penitencia. Foto: José Luis Montero Santa Marta realizando su estación de penitencia. Foto: José Luis Montero Sin embargo, casi en una exalación, en apenas diez minutos, salieron los 950 nazarenos y los 40 monaguillos, mientras tras la espesa nube de incienso que tan bien retrató Beatriz Barrientos en su cartel de esta Semana Santa se adivinaba el paso. Los últimos cánticos que brotaban del interior del templo fueron dando paso a las indicaciones de Manuel Villanueva a sus hombres, la única cuadrilla de profesionales que perdura en la nómina de la Semana Santa –además de la de Pasión y Muerte que sale el Viernes de Dolores–, para que las diademas de la Santa y la Virgen de las Penas, que estrenaba manto liso azul marino, no rozaran con el dintel de la puerta del templo ni con el cancel. «Mira la rosa», le indicaba un joven a su amigo. «¿Dónde? Solo veo lirios» –un profuso friso de lirios pese a que los floristas advertían de que lo tardío de esta Semana Santa dificultaba que llegaran en buen estado–. «Tiene que estar debajo de la mano del Cristo de la Caridad». Cuestión de fe y de los «hilos invisibles que unen a cada persona con los pasos», como explicaba el periodista Iñaki Gabilondo en el acto de entrega de la Rosa de Pasión de Radio Sevilla. El sobrecogedor regreso a San Andrés, ya de noche, acompañado por las campanas tañiendo a duelo, guardaba una sorpresa. Desde un balcón de la calle Orfila, Manuel Cuevas pudo cumplir su sueño: cantar una saeta al Cristo de la Caridad, el centro de los rezos de su madre. Un broche de oro para una estación de penitencia perfecta.

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