Osetia del Sur, un pequeño territorio montañoso, dentro de Georgia y poblado por menos de 80.000 habitantes, ha sido durante los últimos 15 años un peñón de separatismo y contrabando alentado y financiado por la vecina Rusia. El reconocimiento internacional de la independencia de Kosovo en febrero pasado ha alentado las ansias independentistas de las autoridades surosetas, cuyo verdadero objetivo es integrarse en la Federación Rusa, que siempre le ha apoyado y financiado.
El golpe más duro para el régimen separatista fue el establecimiento de aduanas en la frontera de Osetia, cortando de raíz el contrabando que lucraba a los dirigentes separatistas y a algunos militares rusos. Pero, según los analistas, el factor desencadenante de la actual escalada del conflicto fue la decisión de la OTAN de no invitar a Georgia a ingresar en su seno durante la cumbre de Bucarest de abril pasado, a pesar de que en su territorio se habían inaugurado bases militares y el presidente georgiano incluso invitó a instructores norteamericanos para adiestrar a sus tropas y tendió puentes para hacer posible su ingreso en la OTAN, que no llegó. Una vez más, Rusia se entrometió en el camino de Georgia al amenazar a Occidente con medidas de respuesta en caso de que la Alianza aceptara a Tiflis. El apoyo manifiesto del presidente de EEUU, George W. Bush, no fue suficiente, y el Gobierno de Georgia asumió que el tiempo jugaba en su contra, más aún cuando hace unos meses Rusia estableció relaciones estatales y comerciales con Osetia del Sur y Abjasia.
