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Un Vacie mejor... para salir de él

El asentamiento chabolista se ha adecentado mientras las familias completan el proceso de inserción social necesario para ser realojadas

el 03 dic 2009 / 20:42 h.

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Niños del poblado hacen arder una fogata, bajo un cartel que anuncia internet de alta velocidad.

Un siglo después, El Vacie sigue ahí. El poblado chabolista más antiguo de España ha sorteado multitud de planes de erradicación que no han logrado acabar con él. Hoy ronda las 220 familias, acoge a casi un millar de personas y parece más sano que nunca: desde hace un año cuenta con siete retretes, siete duchas y seis tomas de agua, las primeras de toda su historia. Por esas fechas se duplicaron las plazas en su guardería para atender a 60 alumnos, algo esencial para encarrilar hacia la escuela a los niños, el 44% de los residentes. Desde hace unos meses, las chabolas están reforzadas con maderas y uralita facilitadas por el Ayuntamiento y en enero tendrán algo nunca visto: farolas.

¿Significa que se está consolidando El Vacie? En absoluto, más bien lo contrario. Significa que las administraciones implicadas en su erradicación, con el Consistorio al frente, se han dado cuenta mediante la fórmula de prueba-error de que cuanto mejores sean las condiciones, antes saldrán de allí.

Hay también un motivo humanitario: es impensable que los chabolistas estén adaptados a una vida normalizada y realojados en diferentes lugares de Andalucía en un plazo breve, digamos de un año. Y es inhumano mantener semejante precariedad durante más tiempo.

Adecentar el entorno es esencial si se pretende que los chabolistas den un giro a su forma de vida: si no pueden ducharse de nada servirá hablarles de hábitos saludables. Pero que nadie se llame a engaño: por mucho que se mejoren las 50 chabolas y 90 casas prefabricadas del Vacie, la mejor infravivienda será siempre peor que cualquier casa de fuera.

Porque seguimos hablando de un descampado con suelo de tierra y maleza, viviendas hechas de tablones -en el mejor caso, módulos prefabricados con 19 años de antigüedad- plagadas de grietas por las que se cuelan el frío y el viento, sin suelo o con suelos de material, podridos por la humedad, donde no es raro ver bichos entre sus muchas mascotas domésticas y donde los niños juegan con chatarra y juguetes llenos de mugre.

El mismo proceso de reflexión que llevó a la decisión de adecentar El Vacie alcanzó otra premisa básica: había que darse más prisa, empezar a sacar gente de allí, a todo el que cumpliese los requisitos para ser capaz de convivir en un entorno normalizado. Se cambiaron los criterios de salida y se priorizó a los más jóvenes, porque tenían más posibilidades de éxito. Y los que han salido no han vuelto.

Ahora, cuando se tira una chabola se colocan macetones de hormigón. Sirven para que no se vuelva a construir, pero además recuerdan a los que siguen en El Vacie que se puede salir de él.

Porque en este proceso no sólo se esfuerzan los trabajadores sociales, los educadores, los monitores: la responsabilidad de los vecinos del Vacie ha aumentado y ellos deben garantizar que no se levante ni una chabola más de las censadas hace un año. La cifra de infraviviendas sólo puede bajar a medida que las familias se vayan . Y para irse, hay que completar el trabajo de inserción social que se les exige, y el laboral, porque la futura casa hay que pagarla. De momento, va bien. "Las familias que salen están perfectamente trabajadas", asegura la delegada de Bienestar Social, Emilia Barroso. Y tras el realojo, seguirán tutelados por servicios sociales.

Otra cosa es el reducto de vecinos anclados a la delincuencia que difícilmente saldrá del Vacie a una vivienda. Pero también la Policía se ha implicado más en los últimos años para completar este complejísimo proceso.

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