Uno de cada cuatro niños sevillanos piensa dedicar toda su jubilación a rascarse el ombligo. Hasta alcanzar esa meta soñada, sus preferencias son claras: según una encuesta de la gestora de empleo Adecco, ellos quieren ser futbolistas y ellas profesoras. El dinero es lo de menos; antes están la familia, la vocación... o eso dicen ahora.
El Tío Paco y sus maravillosas rebajas han provocado muchas frustraciones en esta vida, tanto laborales como de toda índole, pero al menos hay que agradecerles el que en Sevilla no haya 70.000 futbolistas en paro y 88.000 mujeres en idéntica situación, opositando a una plaza de maestra. Ése sería el atroz panorama actual si cada cual hiciese realidad sus sueños de la infancia. Lo demuestra la encuesta de Adecco: entre los niños de 6 a 17 años, las profesiones más anheladas son las de futbolista (21,1%), policía (10%), médico (6,2%) y profesor (3,3%). Ellas preferirían ser profesoras (25,2%), veterinarias (23,4%), médicas (10%) y abogadas (7%). Prohibido hacer chistes sobre la sensibilidad.
Con todo, los sevillanos salen muy bien parados de la encuesta, teniendo en cuenta que el estudio, de ámbito nacional, ha podido constatar por ahí preferencias profesionales tan curiosas, si curiosa fuese la palabra, como las de granjero, luchador, basurero, modelo, amazona y francotirador. La verdad es que entre las dos últimas hay muy poco paro, si han estado mirando las demandas de empleo de los periódicos.
Pero puede haberlo en el futuro: cuando la pregunta es qué harías si fueras el jefe del mundo, el 44,9% de los niños hispalenses afirman que acabarían con las guerras. La lucha contra la pobreza sería el objetivo del 41,2%, y hasta un 25,8% anteponen el cuidado del medio ambiente. Ninguno de ellos ha preguntado dónde se echan los papeles para esas oposiciones, pero sí ha habido arranques gloriosos entre la chavalería patria: un niño de siete años ha declarado que su primera decisión sería hacer de España "la mayor potencia mundial"; una niña de 14 que lo mismo no sabe qué pasó en los Balcanes afirmó que "unificaría todos los países y lenguas"; un muchacho de 16 decidió que su medida estelar como Rey de la Tierra sería "que el Betis ganara la Liga"; y otro escolar de 12 dijo que "uniría todo el mundo en un supercontinente", lo cual aliviaría probablemente la crisis de las constructoras y dejaría el mar para darse remojones y paseítos en yate, que es lo suyo.
lo más de lo más. El 79,3% de los menores sevillanos se declaran dispuestos a hacer horas extras en el futuro, lo que tira por tierra todas las aportaciones filosóficas del francés Jean-Jacques Rousseau en su obra Emilio. Como contrapeso, el 88,3% de todos los consultados (el 100% a partir de los 11 años) consideran que la familia y pasar tiempo con ella es más importante que el dinero.
Según la psicóloga Beatriz Becerro de Bengoa, invitada a reflexionar sobre estos datos, "los niños no se debaten entre el dilema trabajo o familia porque para ellos la independencia no es un valor prioritario, a pesar de lo que aparenten, y sí que lo es pasar tiempo con su familia. La mayoría de los niños, hoy por hoy, no tienen oportunidad de estar con sus madres y menos aún con sus padres. Muchas de las conductas agresivas de los niños son debidas a esta falta. Esta situación la entienden como socialmente establecida pero no dejan de rebelarse contra ella".
Sevilla debe de tener algo especial, porque menudas diferencias con respecto al conjunto de España. En el total nacional de la encuesta, lo que piensan hacer los varones cuando se jubilen es cuidar a la familia (30,4%), disfrutar de la vida (26%) y no hacer nada (8%). Las niñas prefieren dedicar su vejez a viajar (38,5%), cuidar a la familia (23,1%) y ser amas de casa (7,7%). Pues bien, los niños y niñas de Sevilla prefieren dedicarse a la familia (34,4%), no hacer nada (24%), viajar (10,8%) y las tareas domésticas (5,8%).
Un buen sueldo sólo es lo más importante para el 25,3% de los menores sevillanos. De todo lo cual se deduce que el mundo cambia a los niños antes de que éstos tengan ocasión de cambiar el mundo. Darwin lo llamó evolución. No se sabe cómo lo habría llamado de chico.
