Buena jornada la de ayer para el Sevilla. Logró su objetivo de forma un tanto rocambolesca, llegar a la última jornada dependiendo de sí mismo. No porque ganara al Barcelona, claro está, sino porque el Mallorca no respondió a las expectativas en Riazor ante el Deportivo. El triunfo del conjunto azulgrana era esperado y hasta lógico.
El mejor equipo del mundo jugándose la liga es un morlaco difícil de torear. Más aún cuando la cuota de sorpresa se agotó en la Copa del Rey, una final ha valido. Pero aún así, y pese a la derrota, el Sevilla salió fortalecido del encuentro de anoche.
Porque pese al brutal baño de los azulgrana en tres cuartas partes del partido, cosas del fútbol, el Sevilla supo extraer el máximo jugó posible a cinco, diez minutos de mínima pájara de los catalanes. Esos minutos, esa reacción que despertó al público, bien puede valer una Liga de Campeones y hasta una Copa, y no por lo cuantitativo.
El equipo encontró ayer la forma de unirse de nuevo con su gente cuando lo peor lo tenía, con diez futbolistas y con el partido perdido. Y eso que en el césped daba igual perder que empatar, pero no daba igual acabar con los brazos bajados que metiendo al Barcelona en su área. Hace poco, muy poco, el Sevilla no transmitía confianza allá por donde jugara. Ahora mismo desprende halo de mejoría hasta cuando se enfrenta al todopoderoso Barça.
Nunca se sabrá si José María del Nido ha enviado algún maletín bien cargadito hacia La Coruña. Si así hubiera sido, bien hecho que está, sin duda, por el resultado final y por la intención. Y si no envió Del Nido ningún maletín a Riazor, debería hacerlo, le deben la vida los nervionenses a sus ‘hermanos’, más que nunca, deportivistas.
Ahora el Sevilla se la jugará en Almería. Tierra andaluza, y hostil por tanto para los hispalenses, pero menos que otras. Es el momento de apelar al G Andalucía, ¿o no?
