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Una isla para los sin hogar

Tras la ampliación del albergue, aumentan los sin techo en la Macarena

el 31 oct 2010 / 18:56 h.

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Un hombre duerme en una parada de autobús

El albergue municipal no da abasto para atender a la cantidad de personas sin hogar que acuden cada día en busca de ayuda, ni siquiera después de haber triplicado sus plazas a principios del año pasado. Es un trabajo poco lucido, desagradecido y “a muy largo plazo: hemos logrado que dos o tres personas salgan de la calle e ingresen en residencias en los dos últimos años y eso para mí es un exitazo”, reconoce Lina Martínez, directora de Personas Sin Hogar y Emergencias Sociales del área municipal de Bienestar Social.
Las 185 plazas con las que cuenta ahora el albergue –20 de ellas en el centro de día– se llenan con la misma facilidad con la que se llenaban las 54 camas que tenía antes, y aún así no se cubre toda la población que reclama algún tipo de ayuda. Sirven comidas calientes, hay duchas y actividades socioeducativas.
Ante el aumento de la demanda, algunos sin techo se han quedado a vivir por el entorno: algunos duermen en las paradas de autobús cercanas, en las que instalan sus mantas y enseres ocupando todo el espacio; otros pasan la noche resguardándose en el perímetro de los Altos Colegios, algunos descansan en el césped del parque de Los Perdigones durante el día –de noche está cerrado– y cada vez proliferan más los gorrillas en la zona.
No todos, eso sí, quieren dormir en el albergue, pero el entorno se ha convertido en zona de referencia para quienes viven en la calle. La mayoría de los deciden quedarse fuera son personas que llevan mucho tiempo sin casa y han alcanzado un alto grado de deterioro. Lo que sí ha hecho este servicio es repartir citas para entrar a dormir, evitando así que se formen colas ante el albergue y evitando así la ocasión de que haya peleas por una plaza.
La furgoneta de emergencias sociales del Cecop Social hace rondas a diario, mañana y tarde, por las zonas que frecuentan estas personas para tratar de acercarse a ellas, asegurarse de que se encuentran bien y facilitarles el acceso a servicios básicos, si los aceptan. A través de ese trato intentan que accedan a la ayuda.


“A veces se nos escapa lo que significa realmente ser personas sin hogar, pero es gente que no sólo no tiene casa, sino que se ha desvinculado por completo de las redes sociales que tenía, tanto familiares como de amistad, y poco a poco se ha ido aislando. Tras muchos años viviendo en la calle se han deteriorado física y psicológicamente y no suelen querer dormir en el albergue, porque no aceptan ninguna disciplina y este servicio tiene requisitos, como horarios o la prohibición de entrar bajo los efectos del alcohol”. Quienes no aceptan ni estos mínimos requisitos pueden acudir al centro de baja exigencia del Paseo Juan Carlos I, un lugar mucho más precario donde los usuarios pueden ducharse, dormir y recibir una comida semifría sin que se les exija nada, salvo no presentar una conducta agresiva. Dispone de una veintena de plazas, en dos dormitorios comunes para hombres y mujeres.


“En Sevilla tenemos muy buen tiempo y eso hace que la gente pueda vivir en la calle”, explica la responsable de Personas Sin Hogar del Ayuntamiento. “Y por eso siempre llegará gente sin hogar. Eso no podremos evitarlo por más dinero que se invierta”.

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