Cultura

Una muralla aún inexpugnable

El Ayuntamiento, que frenó la recuperación y apertura del monumento al turismo iniciada en 2007, retomará su rehabilitación el año que viene tras aparecer nuevos signos de deterioro. En el aire queda la idea de abrir el mirador de la Torre Blanca y convertir la Puerta de Córdoba en museo

el 13 oct 2014 / 12:00 h.

muralla-macarena-01 Una verja impide acceder al recorrido que se habilitó en la muralla para las visitas en 2007 y 2008. / Carlos Hernández De poco le sirvió a la Isbilya musulmana la muralla defensiva que la rodeaba cuando las tropas de Fernando III de Castilla reconquistaron la ciudad para la cristiandad en 1248. Ocho siglos después, lo poco que queda de esta construcción pervive inexpugnable al ciudadano y casi de espaldas a Sevilla, a pesar de los esfuerzos vertidos en su recuperación durante la pasada década, en la que el Ayuntamiento dedicó 1,5 millones en convertirla en un activo turístico y visitable que revitalizara la zona norte del casco antiguo. A pesar de que algunos aún piensan que se trata de un vestigio romano –tampoco nadie ha señalizado convenientemente el entorno–, esta edificación data de la época almorávide, de la primera mitad del siglo XII, según el consenso mayoritario de los expertos. Luego fue ampliada por almohades y cristianos, hasta que el crecimiento natural de la capital fue enterrando y escondiendo su estructura hasta nuestros días. Ya sólo se conservan unos escasos restos, destacando los lienzos del muro de la zona de la Macarena. Es quizá el legado más extenso que sobrevive de la etapa islámica y el que más desapercibido pasa en la vida diaria de una Sevilla que contempla este baluarte casi como un elemento ornamental, sin reparar en el importante testimonio histórico que atesoran sus muros de tapial, de casi dos metros de grosor. muralla-macarena-02El anterior equipo de gobierno municipal, consciente del importante papel que podría desempeñar para el turismo de la zona, puso en marcha en 2007 un ambicioso plan que pretendía la reconquista integral de esta parte de la muralla, abriéndola al público, instalando un mirador en la Torre Blanca y creando un museo dedicado a su historia en la antigua Puerta de Córdoba. Para ello, se reparó y consolidó el conjunto y se desenterró el espacio comprendido entre el contrafuerte y la barbacana –la parte fortificada que se sitúa delante del paramento principal–, un pasillo llamado liza, sobre el que se colocó un adoquinado. Pero cuando sólo quedaba por encarar la última fase del proyecto –destinada a volver a conectar la Puerta de Córdoba con la muralla y a la creación de un museo–, los nuevos responsables de Urbanismo decidieron en 2012 no ejecutar la partida que estaba reservada para este fin –unos 115.000 euros– y dedicarlos a otros propósitos. Ahora, cuando se cumplen seis años desde la última intervención patrimonial en este bien, que vuelve a presentar evidentes síntomas de abandono y deterioro, el Ayuntamiento ha decidido retomar las tareas de conservación con una batería de obras que se ejecutarán en 2015, con cargo a los presupuestos del próximo ejercicio. «En las cuentas del año que viene habrá una partida para la rehabilitación de la muralla, concretamente de la zona más próxima a la basílica, que es además la que ofrece un peor estado», avanzó a preguntas de este periódico el delegado de Urbanismo, Maximiliano Vílchez, que no especificó si la cantidad será similar o mayor a la que en 2012 se le canceló. El consistorio quiere así retomar una restauración que la década pasada –hubo otras en los 70 y 80– permitió sacar brillo a los lienzos que discurren desde la antigua Puerta de Córdoba –la única del periodo islámico que queda en pie– hasta el arco de la Macarena, lo que contentará además a los vecinos de la zona y a varias entidades conservacionistas, que han levantado recientemente la voz pidiendo a la Gerencia que actúe. Vecinos y conservacionistas denuncian el alarmante estado de deterioro de los paramentos. / C. Hernández Vecinos y conservacionistas denuncian el alarmante estado de deterioro de los paramentos. / C. Hernández Sin embargo, el arquitecto municipal que dirigió aquellas obras, así como el proyecto de utilización turística de la muralla, José García Tapial, advierte de que esta construcción requiere de cuidados anuales, más allá de planes de choque. «La última parte de la restauración se terminó a principios de 2008. La muralla se rehabilitó entera, tanto en el exterior como en la cara interna. Pero hay que tener en cuenta que el material con el que se edificó es muy disgregable. No es ni piedra ni granito. No se puede dejar a su aire durante años. Necesita un cierto mantenimiento anual. Y eso no se hace. No es que los muros tengan problemas de solidez o vayan a derrumbarse, pero se erosionan con el paso de la gente y del tráfico. Va soltando la arenilla que se ve en el suelo e incluso caen algunos trozos de la parte superficial. No son problemas graves, pero requieren una consolidación y limpieza regular, sobre todo que elimine la vegetación parásita», explica el técnico. García Tapial se jubiló aquel año, dejando pendiente la una última fase, que no obstante quedó presupuestada con la partida de 115.000 euros, que el anterior equipo de gobierno no llegó a licitar. «Se arregló todo el lienzo, incluido el tramo correspondiente a los jardines del bar La Pastora, se excavó el espacio intermedio entre el muro y la barbacana y se adecentó la parte del interior de los viveros. La última actuación, la que no se acometió, pretendía recuperar la Puerta de Córdoba para unirla con el paseo bajo de la muralla. Se iban a conectar excavando un poco y pavimentando con el mismo adoquín que hay entre el contrafuerte y la barbacana», detalla el arquitecto, que recuerda que el objetivo era convertir la antigua entrada islámica –hoy un edificio cerrado– en un centro de interpretación, para lo que «era necesario negociar con la Hermandad de San Hermenegildo, que actualmente la utiliza como almacén». A este respecto, consideró un «despropósito que el Ayuntamiento, que es el propietario de la única puerta almohade que se conserva completa, no reivindique su uso y permita que siga cerrada, almacenando enseres, cuando podría ser visitable, porque está en buenas condiciones». Aquella última intervención, que cayó en el olvido municipal, habría hecho posible recorrer los más de 500 metros de liza que separan la Puerta de Córdoba del arco de la Macarena, atravesando sus siete torreones y haciendo parada en la conocida como Torre Blanca, construcción de planta hexagonal, con dos pisos abovedados y decoración de bandas de ladrillos, que fue rehabilitada al completo y dotada de iluminación interna en los ochenta, y que el proyecto del anterior equipo de gobierno aspiraba a convertir en un centro para visitantes, con un mirador desde el que contemplar una vista desconocida de la parte norte del casco histórico. «La torre está en perfectas condiciones, a falta de una limpieza superficial», apunta García Tapial, que comprobó su estado durante los trabajos que dirigió en los años 2007 y 2008. En las labores llevadas a cabo en estos dos años se invirtió la nada despreciable cifra de 1,5 millones de euros que, aunque sirvieron para poner a punto el monumento, no cumplieron con el otro 50% de su misión, abrirlo a Sevilla para que dejara de desempeñar un papel secundario y decorativo. «Aquella propuesta resultaría muy atractiva para los recorridos turísticos, especialmente complementando la oferta de la Basílica de la Macarena, que es uno de los puntos más visitados de la capital», arguye el arquitecto. El otro punto fuerte del aquel plan se centraba en la Puerta de Córdoba, donde se iba a instalar un centro de interpretación en el que explicar la historia y la evolución del recinto amurallado, así como de sus antiguas puertas. Además, se intentaba incluir en este museo parte de los restos de la villa romana de época alto imperial y del mosaico que se descubrieron en la zona durante las excavaciones de 2007 y 2008. La Puerta de Córdoba ha sufrido a lo largo de su vida numerosos retoques. En el siglo XVI se le añadió una segunda torre con arco intermedio, que en el XIX fue derribada, aunque se conservó la parte almohade, gracias a que estaba anexa a la Iglesia de San Hermenegildo y no suponía obstáculo para el tráfico. Ahora el Ayuntamiento vuelve a mirar a esta muralla, en la que su única actuación desde que el PP llegó a la Alcaldía en 2011 fue un zafarrancho de limpieza que sacó nada menos que 16.000 kilos de basura. En 2012, alegando razones de urgencia, Urbanismo anuló la inversión prevista en la última fase para dedicar el dinero a una sala de exposiciones en el convento de Santa Clara. El PSOE mostró su disconformidad y reclamó que no se abandonara este «bien cultural y turístico». La respuesta del concejal de Urbanismo fue una promesa, que la modificación presupuestaria no supondría el abandono de la muralla, un compromiso que retoma en este último año de mandato y que da esperanzas a quienes reclaman al consistorio que culmine la reconquista turística de un monumento que, en palabras de García Tapial, requiere hoy por hoy «más de voluntad que de dinero».

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