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Una niña sorda del Buen Pastor deja las clases por «ansiedad»

La familia denuncia una falta de atención adecuada a su discapacidad

el 04 mar 2015 / 21:43 h.

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«Han condenado a mi hija a un sufrimiento». Así de duras suenan las palabras de María José Abad. Su hija Natalia, de diez años y con una discapacidad auditiva, ha dejado el colegio por prescripción de su pediatra ante un «problema de ansiedad». Natalia sigue ahora su curso desde casa hasta que se solucione su situación. / El Correo Natalia sigue ahora su curso desde casa hasta que se solucione su situación. / El Correo «No quiere ir al colegio, lo está pasando realmente mal, con lo que ella era con las clases», dice María José, quien achaca este hecho a que la pequeña no cuenta con la intérprete de signos que la atendía desde los tres años de edad. El problema de esta menor surge el pasado mes de noviembre cuando la familia pasa por dificultades económicas y se ve obligada a dejar de sufragar la citada intérprete que acompañaba a Natalia a todas sus clases en el colegio Buen Pastor. «Yo avisé al centro de que ya no podía más, que se tendrían que hacer cargo ellos de lo que les corresponde por ley», recuerda María José. Desde entonces, existe un desacuerdo entre la dirección de este centro concertado, la Consejería de Educación de la Junta, y los progenitores. La familia de la pequeña reclama que mantenga una atención «adecuada» a su discapacidad: «Que cuente con una intérprete con la que se entienda y que esté preparada para ello, que se le adapten los materiales...». Por su parte, la Delegación Territorial de la Consejería de Educación trasladó a la familia que todos los centros públicos y concertados cuentan con una partida para personal complementario, incluyendo este aspecto el intérprete de signos en supuestos de discapacidad auditiva y que son los centros quienes distribuyen el presupuesto en función de las necesidades del alumnado. Por su parte, el centro optó por contratar a una intérprete distinta a la que había acompañado a la niña anteriormente que está con Natalia durante «ocho horas semanales» en algunas asignaturas, algo que a juicio de los padres es «insuficiente». El resto del tiempo la menor estaba asistida por la pedagoga terapéutica del centro, que según María José carece de suficientes conocimientos en el lenguaje de signos. «La nueva intérprete hace lo que puede pero no está igual de preparada que la que trabajaba con mi hija desde siempre, ni le adaptaba los materiales, ni se entendía con ella igual de bien», apunta la madre, que dice no entender por qué no pudo seguir esta profesional trabajando con la menor cuando ya llevaba años y conocía las dinámicas del centro. Todo esto, asegura María José, ha tenido un efecto muy negativo en su hija. «Ella era una niña feliz, iba al colegio contenta, con ganas, era competitiva, tenía amigas, buenas notas e interés por aprender. Ahora no quiere ir al colegio, sufre porque son sus compañeros quienes tienen que ayudarla y se siente mal. Tiene crisis y de repente rompe a llorar, no duerme por las noches... y esto no se puede permitir». La solución para estos padres es que «la situación se normalice y se le de a Natalia la atención adecuada». «La administración dice que está trabajando pero ya han pasado cuatro meses y no ha llegado la solución». La pequeña que se encuentra trabajando las clases y contenidos en casa, «pero así no puede quedar, ella debe acudir a un colegio normalizado y socializarse con los demás niños como antes», reclama. «Espero que el colegio cambie su actitud», confiesa María José. «Esto habría tenido una solución fácil pero se cerraron en banda y no lo han podido hacer peor». Desde el pasado noviembre, cuando Natalia se quedó sin intérprete, «desde ese día mi hija sí que está sorda en clase». María José ha enviado dos cartas a la presidenta de la Junta de Andalucía, a la Consejería y a la Delegación de Educación. «Todos tienen conocimiento de lo que sucede. Ahora necesitamos que actúen».

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