Izquierda Unida evitó el choque de trenes, pero a costa de arriesgarse a que, nuevamente, su candidato a la Presidencia de la Junta, Diego Valderas, no obtenga escaño en el Parlamento andaluz. Después de meses de desgaste en la batalla interna, Valderas anunció que, "desde la responsabilidad y para unir al conjunto de IU" será candidato por Huelva, por donde ahora no tiene escaño.
Los delegados de la Asamblea regional de IU se estaban acreditando cuando en la radio ya se escuchaba al coordinador haciendo una declaración solemne. Anunciaba la propuesta pactada por la comisión creada dos días antes para evitar que el cónclave fuese una guerra sin cuartel. "He puesto el oído en tierra" decía Valderas mientras desembarcaban los compromisarios, cuando ya la Ejecutiva había dado el visto bueno (con sólo cuatro abstenciones y con Concha Caballero sin ejercer el voto) a su propuesta final de respetar todas las candidaturas tal y como venían de las asambleas locales. Los delegados no votarán hasta hoy -y en IU parece que casi todo es posible-, pero Valderas ya dio la consigna: toca "deponer las armas". Aunque apostillo: "hasta el 9 de marzo".
El símil bélico no era exagerado. Si Valderas hubiese llevado hasta el final su pretensión de ser candidato por Sevilla, la Asamblea habría saltado por los aires -los críticos barajaban casi todo para evitar que se tumbase la propuesta de las bases sevillanas- y la organización habría llegado a las elecciones con un aspirante a la Junta no elegido por las asambleas locales de esa circunscripción. Unos malos resultados electorales habrían terminado por hundir a la dirección andaluza, según el análisis que hace el entorno del propio Valderas. La opción de ser el número uno por otra provincia, ni Huelva ni Sevilla, terminó por ser rechazada por el coordinador regional, que entiende que su posición en el seno de IU habría quedado debilitada.
Cuando, ya a las siete de la tarde, Valderas expuso ante el plenario de la Asamblea el contenido del acuerdo de la comisión negociadora y garantizó que "de ruptura nada de nada", para nadie era ya una sorpresa que había renunciado al escaño por Sevilla. Sí se arqueó alguna ceja al oír su contundente ataque a la dirección federal de IU, todo un indicio de que, tras la tregua electoral, la batalla de la cúpula andaluza con la federal está servida. De hecho, la decisión final de no enfadar demasiado a la CUT, dejando a Juan Manuel Sánchez Gordillo como aspirante por Sevilla al Parlamento, tiene mucho que ver con el juego de alianzas en el que trabaja el núcleo duro del PCA que controla Felipe Alcaraz, con la mirada puesta en ese proceso de asalto al poder interno en IU. La salida de la "segunda clandestinidad" de los comunistas, de la que habla Alcaraz.
Este sector no ha priorizado en sus negociaciones que Valderas salga a la carrera electoral con una posición de fuerza, pero el coordinador regional glosó en público el papel de Alcaraz e incluso le reconoció el mérito de anteponer el proyecto colectivo frente al personal. Tampoco renunció a la autocrítica: "soy el máximo responsable de la situación actual porque no he actuado en el momento debido, he dejado pasar determinadas cuestiones. He creído que debía tener una prudencia responsable en silencio y se me ha acusado de dejación".
