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Valderrama y su pesimismo sobre el futuro del cante jondo

El cante flamenco está cambiando a tal velocidad que de aquí a unos años no lo va a reconocer ni la madre que lo parió.

el 08 dic 2011 / 18:42 h.

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Juan Valderrama solía reflexionar sobre el escaso valor que se les daba a los maestros.
El cante flamenco está cambiando a tal velocidad que de aquí a unos años no lo va a reconocer ni la madre que lo parió. El maestro Valderrama, el aficionado más grande que he tenido la suerte de conocer, me lo dijo un año antes de su muerte: "Disfruta de lo que queda de esto, porque de aquí a unos años se acabó lo que se daba". Sin embargo, don Juan admiraba el arte de algunos artistas jóvenes, como el de Mayte Martín. Quería mucho a la gran cantaora catalana. Su pesimismo sobre el futuro de nuestro arte era más sobre la afición y el ambiente que sobre los artistas. "Cada vez hay menos afición a reunirse", me decía apenado. Para él era fundamental que los jóvenes buscaran a los maestros para aprender de ellos. "Eso es lo que hacía yo cuando empezaba.

Sin embargo, ahora buscan a los maestros para machacarlos en un escenario, para humillarlos", se lamentaba el jilguero de Torredelcampo. Se está perdiendo el respeto por los maestros de lo jondo. Pero, sobre todo, lo que se está perdiendo es que los jóvenes busquen a los grandes maestros para aprender de ellos, para que les hablen de los artistas de antaño y les cuenten anécdotas y vivencias. Este el motivo, quizás, de que los jóvenes en general sepan tan poco sobre el cante y los cantaores. El pasado año fui invitado a dar una charla en una peña gaditana y me pusieron a una joven cantaora para que ilustrara la conferencia con algunos cantes. Cuál no sería mi sorpresa cuando descubrí que apenas conocía los estilos, que no sabía cómo eran la soleá grande de Triana o la cabal de Silverio Franconetti. Pero lo que más me sorprendió de todo fue que la joven cantaora me dijera que estaba de profesora en la Fundación de Flamenco Cristina Heeren de Sevilla. Ahora me explico por qué los que pasan por esta célebre escuela se limitan a fusilar los repertorios de sus profesores. Igual que viendo un pepino de Almería se puede saber en qué invernadero se ha criado, ocurre con los que pasan por esta escuela: enseguida se les identifica. Si los jóvenes ya no buscan a los verdaderos maestros y aprenden a pegar voces en las escuelas de cante donde enseñan maestros que chanelan poco, ¿qué futuro nos espera? Con el presente que padecemos, aburriéndonos como ostras en los concursos, se pueden imaginar cómo será el futuro del cante jondo.

Personalmente, prefiero escuchar a un cantaor que estudie poco pero que tenga el don natural de la comunicación, la gracia y el compás, que a uno que tenga la lección bien aprendida pero que no me transmita nada. Pero lo deseable sería que tanto uno como otro supieran un poco sobre el origen de los cantes y la vida de quienes los crearon. Eso es lo que llamamos un buen aficionao: alguien que sabe escuchar. Lo artistas antiguos lo llamaban saber estinguí. Si las instituciones públicas del flamenco las dirigen personas que no huelen a flamenco; si en las escuelas enseñan profesores que no chanelan y muchos libros los escriben flamencólogos de Google, ¿es para ser optimistas o muy pesimistas? Ya saben lo que suele decir un célebre humorista de nuestro país, Antonio Mingote: que un pesimista es un optimista bien informado. Pues eso.

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