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Vayamos a cursillos de cristiandad

Puestos a recibir cursos cristianos, cojan primero su papeleta de sitio todos los que nos llevaron a esta "crisis".

el 06 dic 2011 / 08:06 h.

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Estos mis oídos tuvieron que escuchar la semana pasada, con sumo dolor por venir las palabras de un empresario sevillano al que uno admira, que los medios de comunicación españoles son "decadentes" y, ante la gran responsabilidad social que ejercen en estos difíciles tiempos de crisis económica, sería menester que se prestaran a recibir, dijo, "cursillos de cristiandad" para no ser tan "catastrofistas". Era José Luis Manzanares, presidente de la compañía Ayesa, académico de dos academias, novelista, articulista y no sé cuántas cosas más, pero todas importantes. El marco: un ciclo de conferencias que acaba de estrenar el colegio privado San Francisco de Paula.

Pasado mi estupor inicial, común a los cuatro periodistas que compartíamos mesa, me sumerjo en un profundo sentimiento de culpabilidad, a ver si, efectivamente, vemos lo blanco negro y de la suerte hacemos desdicha, en especial si tenemos en cuenta que, masocas como somos y según dicta también una norma del gremio no escrita, vende más lo adverso que lo próspero, quizás porque la sociedad se regodea en la desventura, ya nos sentenciaron que éste es un valle de lágrimas. Soy jefe de Economía de El Correo de Andalucía. Semejante cargo, tanto aquí como en cualquier medio de comunicación, hace que te asignen el don, a todas luces falso, de hacer predicciones, dígame, oráculo, cuándo acabará esta crisis, dónde llevo el dinero del banco, será o no el final del euro, en resumidas cuentas, qué posibilidades hay de que este país, y con él todos juntos, nos vayamos al carajo. Por nuestros titulares, así es, parece que todos los días estamos abocados a un abismo que, sin embargo, nunca llega, pero, en la defensa de todos los periodistas económicos, me pregunto si ese abismo no se habría ya materializado si la prensa no lo hubiera advertido, espoleando así a unos políticos que, por desgracia, sólo actúan a golpe de titular. Si por ellos fuera, aún estaríamos negando la crisis, cuales Judas hasta que cantaron los gallos. Nuestro papel, precisamente ése, ser gallos. Los nubarrones están ahí, nosotros no inventamos las crisis económicas, ni las crisis financieras, ni las crisis de la deuda soberana, ni las crisis laborales, ni las crisis empresariales, ni las previsiones que realizan las casas de análisis, ni las notas de las agencias de calificación, ni los ataques de los mercados, y si barruntan tormentas, avisamos, al menos para ir preparando con tiempo el arca de Noé y salvarnos todos del diluvio.

Estos mis oídos tuvieron que escuchar a otro empresario sevillano, al que no pongo nombre y apellidos porque medió conversación privada y no ágora pública, que para qué iba a informar de que su empresa se había acogido al concurso de acreedores (antigua figura de la suspensión de pagos), si era, al fin y al cabo, una medida para salvar "su" empresa y, por tanto, a la plantilla. Este pillín me estaba pidiendo, básicamente, silencio. Claro, hombre, le dije. En efecto, gloria bendita para "tu" compañía, no para la ristra de proveedores a los que pretendes pagarle sólo la mitad de "tus" deudas, y serán ellos los que caigan y manden a "sus" trabajadores a la calle. No me seas "catastrofista", me sugirió el menda.

De nuevo aparece este término en el artículo e infiero que no serlo, catastrofista quiero decir, consistirá en tener miopía y la boca cerrada, una para no ver la realidad ni interpretarla, otra para, lógicamente, no contarla, traigo aquí la recomendación de la providencia de que, tras poner la primera, mostremos también la mejilla que nos queda.

Miren ahora la fotografía que acompaño a esta entrada de La Siega. La escojo precisamente para pronunciarme sobre los cursillos de cristiandad, ésos que nos aconsejan a los decadentes medios de comunicación por ser catastrofistas y tener una responsabilidad de cara a la sociedad.

En efecto, la tenemos, y es grandísima. El gremio periodístico es plenamente consciente, pero puestos a recibir cursillos de cristiandad, primero que cojan su papeleta de sitio los siguientes, y, ¡ojo!, no generalizo, me refiero sólo a los garbanzos negros que se cuecen en todas las casas: los banqueros sin escrúpulos que nos condujeron a esta crisis; los especuladores que la continuaron; los auditores que bendecían cuentas falsas; los analistas de las agencias de calificación que erraron, a sabiendas o no, en sus notas; los empresarios que se aprovecharon para despedir; los gobernantes que nos mintieron; los financieros que arbitraron cláusulas que no las entiende ni dios, y, sumada esta larga lista, todos aquéllos que han contribuido a que la anciana de la imagen se quede sin casa y en la puñetera calle. Y para esto, ni encuentro parábola cristiana ni creo que la haya.

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