El habanero Boris Larramendi es uno de esos raros casos de talento compositivo e interpretativo simultáneos, de poeta metido en la piel de un animal escénico. Lo demostró con creces en su larga militancia en el grupo Habana Abierta, y también con su participación en el grupo del filme Habana Blues, junto a su compadre Kelvis Ochoa.
Ahora vuelve a desplegar su talento y su inspiración (que por momentos se antojan inagotables) en Libre, un disco en solitario al que sólo cabe reprochar un sonido que no hace en absoluto justicia a la calidad general de su contenido y de sus musicazos. En este abrumador repertorio hay de todo, desde el arrollador ritmo de Calle de amores, el sabroso funk del tema que da título al álbum o el altamente bailable Mambo horizontal, la sensibilidad exquisita de Conmigo sola.
Estamos, pues, ante un músico que carga orgulloso con toda su tradición caribeña y lleva los bolsillos llenos de pop, rock y lo que caiga, y sabe procesarlo todo para hacer, simple y llanamente, música de primera sin etiquetas.
