Local

Viejas barreras

Más del 55% de los inmigrantes ilegales que entran en España, aproximadamente medio millar diario, lo hacen por el aeropuerto de Barajas. Los medios de comunicación se han hecho eco estos días de personas que han sido retenidas en el propio aeropuerto, a la espera de su repatriación.

el 15 sep 2009 / 01:59 h.

Más del 55% de los inmigrantes ilegales que entran en España, aproximadamente medio millar diario, lo hacen por el aeropuerto de Barajas. Los medios de comunicación se han hecho eco estos días de personas que han sido retenidas en el propio aeropuerto, a la espera de su repatriación. Un problema que no es exclusivamente español. En Barajas, las fuerzas de seguridad del Estado se limitan a cumplir la normativa europea en materia inmigratoria. En el año 2007 se rechazaron unos 2.700 ciudadanos brasileños en Barajas, de los aproximadamente 180.000 que entran cada año en nuestro país. Durante 7 días, Janina, como alguno de sus compatriotas, ha estado privada de su libertad, retenida en una impersonal sala de aeropuerto. Una semana esperando una decisión administrativa. Una orden que le permitiera estar con su novio almeriense o, al menos, la posibilidad de volver a su país para poder acabar con esta pesadilla. Barajas se ha convertido en el espacio privilegiado donde choca la modernidad más agresiva, la más impactante vanguardia arquitectónica, con algo tan viejo como el rechazo a personas armadas con una simple maleta y un pasaporte. Brasil ya respondió a las exigencias de inmigración en los Estados Unidos, aplicando los mismos requisitos de entrada. Ahora está exigiendo a los españoles lo mismo que los europeos demandamos. Las mismas normas que han impedido a una mujer, casada con un español, viajar con su hija de 22 meses. Un pasaporte, acreditar la subsistencia durante la estancia, un billete de vuelta y un simple cuestionario. Brasil está aplicando algo tan clásico en las relaciones internacionales como es el principio de reciprocidad. Una comprensible actitud que recuerda que los tiempos han cambiado. Las fronteras del siglo XXI ya no son las que eran.

Brasil es la décima economía del mundo. Un líder internacional en comercio. El mayor exportador mundial de productos como carne, naranjas, azúcar, café o soja. Fabrica más coches al año que España. Después de Toulouse (sede de Airbus) y Seattle (sede de Boeing), Sao Paulo es la tercera en diseño y fabricación de aviones. Es la segunda ciudad global latinoamericana después de Miami. El descubrimiento de petróleo y gas en la costa atlántica le ha dado a Brasil un gran protagonismo en el comercio internacional de energía. Un paraíso natural que convive con un récord en pobreza, asesinatos y corrupción. Como alguien ha escrito, el primer país africano tras Nigeria, el más libanés después del Líbano, el más italiano después de Italia, el más japonés después de Japón. Una nación que está forjando una "alianza estratégica" con China. Una asociación que supondrá un enorme cambio en el lenguaje mundial del poder, del dinero, del empleo, de la producción, del consumo, del conocimiento. Hay días, al leer algunas noticias, que las fronteras, los pasaportes, la acreditación de la subsistencia o el alojamiento parecen envejecer hasta hacerlos irreconocibles. Barreras que alcanzan con creces la más insoportable levedad del ser.

Abogado. opinion@correoandalucia.es

  • 1