Cultura

"Vivimos en un mundo virtual, cristalizado, y no sabemos quiénes somos"

La sevillana Lara Moreno elige un poema del Machado más reflexivo para hablar de dos tipos de hombres aún vigentes: los que miran y los que actúan.

el 17 feb 2014 / 20:11 h.

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La escritora Lara Moreno. La escritora Lara Moreno. Los lectores y escritores consultados son unánimes: Antonio Machado nunca defrauda. A veces, lo que cuenta es tan actual que parece extraído del periódico del día. Otras veces, en cambio, su vigencia es más sutil, y sus versos deslizan reflexiones de fondo que poseen la fuerza inefable de lo atemporal. Es el caso del poema elegido por la sevillana Lara Moreno, poeta y novelista, para recordar al maestro en el 75 aniversario de su muerte en el exilio. «Volver a Antonio Machado es volver a la infancia, no hay remedio», explica Moreno en comunicación vía internet. «Nos enseñó ese camino circular del agua, ese camino de horizonte líquido que él mismo recorría sin cesar, y ya no pudimos escapar», agrega. Esta vez, sin embargo, la sevillana ha decidido volver sobre Machado de otra forma. «Una manera dolorida y madura de regreso», advierte. «La conciencia del tiempo me une a él como si no hubieran pasado tiempo ni conciencia. Es el mismo pensamiento, el mismo daño del mirar de las cosas, la misma letanía compartida de la arena que entierra nuestros cuerpos y del burdo sentido de la vida –algunas y muchas veces, qué burda y qué insensata– y de ese contar los golpes respirados, y de ese marcapasos, y de esa nada, que es esta misma». No ha querido Lara Moreno buscar esta lúcida emoción en los poemarios de su ilustre paisano, sino en una antología que armó Gerardo Diego en los años 30. Y ahí aparece ese sonoro pareado: «Hay dos modos de conciencia: / una es luz, y otra paciencia...». Y la reacción, claro, es instantánea: «Vértigo Machado», es lo primero que piensa la joven escritora. «No es solo el tiempo lo que delimita con sus versos, sino las dos formas humanas de enfrentarse a la vida, a la Historia, al hombre mismo con sus sistemas más descomunales que el mismo hombre: el que mira y el que hace. Dentro de cada uno mil hombres más, en mil circunstancias de pensamiento y actuación. ¿Hemos aprendido algo en todo este tiempo? ¿Por qué no tenemos la respuesta casi un siglo después?», se pregunta. «Tenemos la misma estampa, en realidad, con la misma acuciante, traicionera pregunta: de los dos modos de conciencia, ¿cuál es mejor?», prosigue Moreno. «Quizá la del visionario común –hoy pandemia– que observa los peces a través del cristal, siendo el cristal hoy todo, porque vivimos a través de él, vivimos lo virtual, que es el mundo cristalizado, y no sabemos quiénes somos, si el hombre que cree que piensa, que observa, que dilucida o el bicho dentro de la pecera que, creyendo nadar, apenas flota». Ése es el perfil que encontramos en el marasmo de las redes sociales, en los ojos absortos en las pantallas táctiles de los teléfonos celulares, en las pupilas alucinadas de los televidentes. Pero Lara Moreno cree que es mejor quizá la otra forma de conciencia: la del penitente. «El que aún se mueve, aunque solo sea con un movimiento mecánico de brazos, para retirar de la orilla aquello que ha vomitado el mar: los peces muertos, hinchados de mercurio, los hombres muertos, asfixiados por pelotas de goma en sus gargantas, y un montón de leyes muertas, un montón de leyes contra la vida, reviviendo con aire putrefacto, saliendo del agua como zombis, arrastrándose tristemente victoriosas por la arena hasta trepar allá arriba de la montaña de tierra que el hombre penitente ha construido con sus brazos mecánicos: mucha arena de muerte, mucha desolación, sobre sí mismo», subraya. Autora de incipientes éxitos, a pesar de llevar toda la vida escribiendo fue el año pasado, cuando salió de imprenta su primera novela, Por si se va la luz, cuando Lara Moreno ha empezado a tener reconocimiento a nivel nacional e incluso internacional, pues hace poco fue invitada al Hay Festival de Cartagena de Indias, en Colombia. La huella de Machado no parece fácilmente rastreable en sus ficciones, pero reconoce que forma parte imprescindible de su formación como lectora: «Disfrutaba muchísimo analizando sus poemas, creo que fue con él con quien descubrí el engañoso y apasionante mundo del análisis literario y el desafío de encontrar figuras en los poemas y de rastrear la biografía del autor en las palabras escritas, ese mundo que es medio ficción medio realidad y que se hace siempre a posteriori como una gran metáfora pero que se vive como una realidad», asevera, y añade a renglón seguido: «Machado fue la palabra rotunda y la nostalgia y una sensación de España, un concepto de España aún vigente, tanto en el paisaje como en la vida. Pero a la hora de escribir me influyeron más otros, desde Juan Ramón Jiménez a Juan Larrea, pasando por Vicente Aleixandre o Gerardo Diego». EL POEMA ELEGIDO Hay dos modos de conciencia... Hay dos modos de conciencia: una es luz, y otra, paciencia. Una estriba en alumbrar un poquito el hondo mar; otra, en hacer penitencia con caña o red, y esperar el pez, como pescador. Dime tú: ¿Cuál es mejor? ¿Conciencia de visionario que mira en el hondo acuario peces vivos, fugitivos, que no se pueden pescar, o esa maldita faena de ir arrojando a la arena, muertos, los peces del mar?  

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