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Vocaciones sin fronteras

La novena de Navidad tiene acento colombiano en Écija, los villancicos suenan en swahili en Marchena y en un convento de Córdoba a medianoche se toma caldo changua. La interculturalidad ha llegado a las comunidades católicas que, a falta de vocaciones autóctonas, abren sus puertas a la evangelización inversa. Foto: Paco Cazalla.

el 15 sep 2009 / 20:41 h.

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La novena de Navidad tiene acento colombiano en Écija, los villancicos suenan en swahili en Marchena y en un convento de Córdoba a medianoche se toma caldo changua. La interculturalidad ha llegado a las comunidades católicas que, a falta de vocaciones autóctonas, abren sus puertas a la evangelización inversa.

Hace cinco siglos, miles de religiosos españoles católicos cruzaron el Atlántico para enseñar su fe a los nativos del nuevo mundo recién descubierto, una fe que en la época de esplendor del Imperio se extendió por África y Asia. Hoy, la situación ha cambiado. Los conventos y monasterios recurren a religiosos de fuera para mantener las comunidades y a los seminarios españoles llaman cada vez más jóvenes latinoamericanos y africanos.

En Andalucía hay actualmente 8.273 monjas, 1.617 frailes y 2.949 sacerdotes, según los últimos datos estadísticos del Anuario Vaticano correspondientes a 2006. En el curso 2007-2008, los seminarios andaluces contaban con 250 aspirantes al sacerdocio y 38 curas fueron ordenados. Ni la Conferencia Episcopal ni la Conferencia Española de Religiosos han hecho un estudio estadístico, pero reconocen que la presencia de sacerdotes, monjas y frailes extranjeros es cada vez mayor, especialmente en las comunidades femeninas de vida contemplativa (clausura) pertenecientes a órdenes misioneras.

Sin embargo, no es un fenómeno tan reciente. Sor María llegó de Colombia al convento de Santa Isabel de los Ángeles en Córdoba, de las hermanas clarisas, hace trece años. La congregación -que tiene otros tres cenobios en la provincia y en todos ellos hay hermanas extranjeras- reclamó efectivos porque "las hermanas de aquí eran ya muy mayores y necesitaban ayuda". De las 16 monjas actuales, cuatro son colombianas, entre ellas la abadesa, sor Clara, que llegó a España hace catorce años y lleva nueve como superiora.

No todas superan la nostalgia de vivir fuera de su tierra y cuentan con dos años de prueba tras los cuales deciden si se quedan o no. Sor María reconoce que es necesaria "una adaptación mutua", incluso en cuestiones como la dieta diaria. "Hemos renunciado a los tamales, porque lleva mucho aliño y aquí hay hermanas mayores que comprendemos que no les viene bien, pero sí pedimos permiso para tomar el caldito changua a medianoche y no hubo problema", explica.

Aprender el idioma. El factor idioma hace la adaptación más fácil a las religiosas latinoamericanas, pero sor María del Rosario y sor Inmaculada, ambas de India, tuvieron que recibir clases de español cuando llegaron hace ocho y siete años respectivamente al convento de Santa Florentina de Écija (Sevilla), de las dominicas.

De las nueve hermanas del convento, cinco son inmigrantes -tres de Santo Domingo y dos de India-, una situación que se repite en otros centros de la congregación en Andalucía, como el convento de Santa Paula de Sevilla capital, donde hay 15 religiosas indias, entre ellas la priora. A diferencia de la hermana clarisa de Córdoba, que ya era monja de clausura en su país, las dominicas indias comenzaron el noviciado en España y han pasado aquí todo el proceso hasta tomar los votos definitivos.

Las clarisas franciscanas del convento de la Purísima Concepción en Marchena han sabido sacar partido a su plurilingüismo, al grabar un disco de villancicos en el que cantan en swahili, castellano, latín e inglés y combinan la pandereta con el tam tam. Las doce religiosas que forman la comunidad proceden de cinco nacionalidades y la propia superiora es de Kenia.

Pero la inmigración vocacional no se limita a las comunidades de vida contemplativa. También empiezan a verse en las iglesias párrocos extranjeros, especialmente latinoamericanos. Es el caso de los sacerdotes mexicanos y colombianos de los operarios del reino de Cristo, una comunidad mexicana creada en 1963 cuyo fundador -el padre Enrique Amezcua- estipuló que sus miembros se formaran parcialmente en España. En Toledo cuentan con un seminario propio en el que actualmente estudian 32 aspirantes, pero una vez terminan de estudiar Teología y Filosofía muchos ejercen en diócesis españolas.

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