De Málaga vengo y me paraban los viajeros del cercanías por los pasillos diciéndome abrumados que no votarán, nunca, ni locos, al PP después de que haya dicho su presidente, el del PP, que Gallardón no irá en las listas populares de Madrid, porque tiene que dedicarse a gobernar el sitio para el que fue elegido hace sólo unos meses.
Un hombre de color, de esos que llaman negro pero que en realidad es wengué, deja los discos piratas encima del asiento del cercanías, mira hacia donde cree que está la Meca y se mesa los mechones gritando palabras ininteligibles, del estilo de Rajoy y Gallardón, de donde deduzco que se sube otra vez en la patera y regresa a su patria de Malí, antes de verse forzado a que le den los papeles y no pueda votar a Gallardón.
En esta coyuntura me asusta tremendamente el futuro, que sin Gallardón tiene menos poesía y se augura más apesadumbrado que nunca: no me asusta la caída del Íbex, ni la subida del precio de las hipotecas, ni el índice Pisa de homologación de conocimientos y estudios, ni la paralización del crecimiento hasta los límites del crecimiento personal de quienes nos dirigen desde hace 25 años.
A mí, como al 99 por ciento de los ciudadanos, lo que me preocupa es Gallardón, su ausencia de las listas, la derechización del Partido Popular hasta el punto de querer controlar todo lo que se mueve en la política nacional y en la andaluza, el interés por acabar con la vertebración social de nuestra región, por que se terminen los paniaguados agradecidos. Que lástima no poder votar a Gallardón para que se acaben los males de Andalucía.
Isidro Cuberos es consultor de comunicación
