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Y ahora qué le compro

Mal asunto: la gente quiere que le regalen pisos, coches y viajes. La calle le cuenta a El Correo lo que nunca se ha dicho sobre los regalos.

el 01 dic 2010 / 07:04 h.

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¡Que nadie se alarme todavía! ¿O sí? Llegan las compras más odiadas y entrañables del año, y al clamor popular de siempre (¿Qué le compro, por Dios?) se le junta la peor crisis que ha vivido el ser humano desde que dejaron de llevarse las polainas de cuello vuelto. Sin ganas, sin dinero, sin tiempo (que ésa es otra), en un ambiente de masas digno de las batallas de orcos de El Señor de los Anillos, el desastre está servido.

Salvo que uno trace su estrategia, en vez de salir como loco a mirar escaparates: ¿qué dijo siempre fulanita que le gustaba? ¿Qué regalo es auténticamente personal? ¿Querrá el abuelo otra pipa más (y van 548) o tal vez prefiera un juguete? Pensar no sólo es un acierto: también puede ser un suculento ahorro.

Fíjese, si no, en las respuestas de la gente de la calle cuando El Correo sale a preguntarles: sí, de acuerdo, todos bromean con que les gustaría un coche, un piso o un viaje, pero... ¿han visto cuáles dicen que son los regalos que más ilusión les hicieron? Pues ésa es la estrategia: ir al corazón, a la verdad, a los sueños de cada cual.

¿Mejor regalar o que le regalen? He ahí otra cuestión peliaguda. Hay quienes odian recibir regalos y se ponen tristísimos, por mil razones (por descubrir falta de entrega o de verdadero afecto en ellos, generalmente) pero luego están quienes todo lo reciben con risitas y agradecimientos.

Qué misterio, el alma humana. Está el lema de la abuela: Yo, con un beso, ya estoy regalada. Pero no se crea usted que es la opinión mayoritaria entre el vecindario de Sevilla: Ángela Collado, una de las interpeladas, lo tiene claro: "Si a alguien le apeteciera regalarme un coche no le diría yo que no." Pero no: el verdadero problema (dinero aparte) es que el común de los mortales son demasiado flojos para pensar en qué le gustará al prójimo. Para éstos últimos siempre quedará el pijama, el perfume y el fracaso.

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