Cofradías

Y el Cachorro sintió de nuevo la brisa trianera

Cuatro años después de su última salida a la calle el Viernes Santo de 2010, el Cristo de la Expiración franqueó ayer las puertas de su Basílica para convocar a los sevillanos a orar en un viacrucis extraordinario por la Nueva Evangelización

el 22 mar 2014 / 23:23 h.

TAGS:

Hasta pareció que el Cachorro se retorcía aún más en el patíbulo cuando asomó a la calle Castilla y sintió sobre su desnuda piel la brisa fresca del crepúsculo del tercer sábado de Cuaresma. ¿Un respingo de alborozo en la cruz? Cuatro años hacía, desde el Viernes Santo de 2010, que este Cachorro de la tribu de Judá no hinchaba sus pulmones del aire limpio del Zurraque de Triana. Un largo cuatrienio de espera para reencontrarse con los suyos. Unas olimpiadas de la paciencia que por fin ayer concluyeron con el encendido del gran pebetero de la fe del arrabal. cachorro-viacrucis El Cachorro en viacrucis por las calles de Sevilla. Foto: J.M. Paisano Algunos no se lo creían. «Hemos salido», compartía exultante casi a voz en grito con el público uno de los más de 200 hermanos del Cachorro –cera blanca, cordón albinegro al cuello– que con la alegría dibujada en el rostro acompañaron anoche al Crucificado de Ruiz Gijón en este paseo nocturno por la feligresía de la O para que el Hijo de la Señorita del Patronicio viera las estrellas. Después de una mañana metida en agua, la lluvia que otras veces quebró la ilusión de tantos Viernes Santos cesó casi milagrosamente a mediodía para que Sevilla pudiera rezar con el Cachorro. Al fin un cielo limpio de nubes para que el Cristo expirante de Triana convocase a los sevillanos a meditar sobre los misterios de su Pasión y Muerte. Y más que un acto penitencial, que también lo fue, la calle Castilla y sus alrededores se convirtieron anoche en una exhibición de regocijo por que este antiguo Vecino del arrabal saliera siquiera por un día de su cárcel de oro y mármol verde. Y no faltaron las piñas de globos ni vendedores ambulantes –«pañuelos de recuerdo del Cachorro a dos euritos»– que voceaban su mercancía entre la ingente muchedumbre que anoche se plantó en Triana con mucho tiempo de antelación convencida de que, esta vez sí, se rompía el maleficio. Riadas de gente caminan por el puente en busca del Altozano. Había que buscar un buen sitio para recrearse en la contemplación del Cristo que desde hace más de cuatro siglos constituye una de las obras cumbres de la Semana Santa sevillana. «Jesús es condenado a muerte»... El sol va desapareciendo tras las lomas del Aljarafe cuando a las puertas de la Basílica de Triana se reza la primera estación de este viacrucis extraodinario concebido como una oración colectiva por las intenciones de la Nueva Evangelización a la que convoca el Santo Padre. Las luces del ocaso regalan estampas bellísimas de la comitiva en una calle Castilla con los naranjos en flor, los balcones revestidos con telas de damasco y con sus aceras atestadas de un público ferviente de que eclosione la Pasión. Los hermanos de la O, empuñando cera roja, hacen un pasillo ante las puertas de la parroquia para que los brazos abiertos del Crucificado les tomen casi la medida a la puerta. «El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz»... En su interior se reza la quinta estación. Las andas del Cachorro alcanzan el presbiterio de una parroquia desepejada de bancos. Desde el coro del templo, una nube de fotógrafos capta esta histórica instantánea. Aún quedan nueve estaciones que rezar. Hay quien todavía no se lo cree. Triana es un hervidero de gente. Si el tiempo pudiera detenerse...

  • 1