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Y para rematar, una buena pelea

el 06 oct 2012 / 16:36 h.

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“Y llegó el circo con el espectáculo más lamentable que se haya visto nunca en la Exposición Universal.” Con este arranque de crónica resumía El Correo, el 2 de octubre, los más que destemplados sucesos que acaecieron en esta ciudad y su famosa isla durante los dos días anteriores con ocasión del homenaje a Sevilla; una celebración para la que Meteorología declaró alerta naranja por lo borrascoso de los ánimos de los mandamases implicados y cuyas imágenes servirían, en lo sucesivo, para ilustrar la expresión popular Se va a liar parda. Todo se resume en la guerra de guerrillas que se traía el entonces alcalde, Alejandro Rojas Marcos, contra el PSOE y su nuncio en la Expo, Jacinto Pellón, contra los periodistas tocanarices y, en general, contra un hermoso ramillete de especímenes humanos de cuantos componían el panorama de la Expo, ese acontecimiento tan bonito y tan universal.

Ya el día anterior había tenido ocasión este periódico de titular a lo burro: El homenaje acabó en guerra. Se lo había puesto en bandeja el señor alcalde cuando, en el reconocimiento municipal a los artífices de la Expo (acto a que, por supuesto, Pellón no fue invitado), tuvo la ocurrencia de embravarse contra el público arremolinado ante el Ayuntamiento no bien este se despachó en gritos y abucheos contra su persona. Encima, al comisario Cassinello no se le ocurre otra cosa, en semejante ambiente, que destacar durante su alocución la labor del jefe supremo de la Expo, de nombre Jacinto. Nada que no puedan imaginar quienes hayan visto esos viejos westerns donde los tramperos daban whisky a los indios. Menos mal que Manuel Olivencia, el comisario padre, se puso a hablar de amor, de grandeza, de futuro y, arrebatado por una emoción contagiosa y tierna, se metió a la gente en el bolsillo.

El periódico del día 1 de octubre contaba también otro suceso de aúpa relacionado con todo este juego de rivalidades absurdas: por lo visto, el comisario de Sevilla en la Expo, Ignacio Montaño, había considerado pertinente presentar públicamente su mascota, llamada Giraldilla (se ve que el nombre fue fruto de un colosal braimstorming) a falta de diez días mal contados para el final de la Expo. Esta fue la razón por la que el alcalde vetó dicho acto justo antes de que se celebrara, lo cual dejó al autor de la criaturita, Miguel Ángel Practicó, con dos palmos de narices. Cuando los periodistas fueron a preguntarle a Montaño, este se estaba comiendo un caramelo: “A mí me quedan trece días”, dijo, versión políticamente correcta del célebre dicho Para lo que me queda en el convento, me cago dentro. 

Y por fin el día 1, en la Cartuja, la fiesta de Sevilla propiamente dicha fue otro chorro de abucheos, los socialistas levantándose y yéndose en plena ceremonia... en fin, el acabose. Para qué insistir. Impregnados de tan mal rollo, los redactores se dejaron arrastrar ese día hasta las catacumbas de los modales y, en su habitual tirón de orejas a Tussam, elaboraron la nota titulada Hasta los topes, como siempre, que decía así: “El autobús de la Expo sigue como sigue: lleno a rebosar, maloliente, con camorra diaria y mosqueo de sus conductores. Ayer, una señora de volumen considerable hacía requiebros para hacerse un hueco y entrar, pero el colosal tamaño de sus posaderas impedía cerrar la puerta. El conductor le tuvo que indicar que se quedara en la parada.” Pobre mujer, qué recuerdo le quedó de la Expo.

Eran fechas raras. La jornada del 2 de octubre fue día de honor de la CEA, los empresarios andaluces; el 3 fue para el POET, el pabellón de los operadores europeos de telecomunicaciones: se ve que la Expo estaba dejando lo más divertido para este tramo final, sí señor. Hawaianas bailando no hubo, eso es verdad. Por suerte, para animar el cotarro estaban los abnegados y rudos deportistas vascos, que acudieron hasta aquí abajo para ofrecer una demostración de sus especialidades. El Correo lo contó así: “Para que no faltara de nada en la Expo, el Pabellón de Euskadi ha organizado este fin de semana una exhibición de deportes vascos en el Jardín del Guadalquivir. Las más puras y ancestrales raíces de la cultura popular vasca se muestran a los visitantes del recinto, que han podido ver en directo a levantadores de piedras (con la estrella Iñaki Perurena a la cabeza), cortadores de troncos, serradores de troncos y portadores de sacos. Tampoco han faltado a la cita los equipos de tiradores de soga.”

Eso sí, para cosa fina, el pedazo de cabalgata organizada en la Cartuja el día 3 por los portugueses para conmemorar la soberbia embajada enviada en 1514 por su rey Manuel I al entonces Papa León X; un derroche de poderío con fieras, elefantes, joyas, vestimentas despampanantes... Tanto había gustado este desfile en Lisboa que nada menos que 300.000 portugueses habían cogido la carretera rumbo a Sevilla para no perdérselo en esta segunda oportunidad. De resultas de lo cual, la Expo batió todos los récords habidos y por haber: de público, de cervezas bebidas, de colas... El dato se publicó el día 5: 629.845 visitas. Los registros anteriores caían hechos añicos.

Pero las maravillas no habían acabado. El día 7 de octubre se inauguró en el Pabellón de España el Congreso de Lengua Española, donde el director de la RAE, Fernando Lázaro Carreter, abogaba por la unidad lingüística entre España y América, algo entonces absolutamente revolucionario que comenzó a cuajar con los años. Era emocionante que más de doscientos especialistas de la lengua española hablasen de ella en la Expo, una fiesta que por momentos, en sus peores instantes, parecía reducirse a tres letras: pin. Y antes de este fenómeno intelectual de primera división, aún se vivió una fiesta, la última en honor de un país: Irlanda. Ni a los más juerguistas del planeta tuvieron nada que envidiar estos devotos de San Patricio, que brindaron un espectáculo sensacional rebosante de gaitas, sones gaélicos... y hasta flamenco, en un duelo de estilos con los bailes de Michael Murphy y María Pagés. Fue divertidísimo, regenerador de los ánimos castigados, y sirvió para contrapesar con sonrisas tanto mal karma municipal. No en vano fue un irlandés quien dijo que la risa no es un mal comienzo para la amistad, y está lejos de ser un mal final. Dicho y hecho.

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