Local

Y se fue sonriendo

Rosa Aguilar enseña casi todos los dientes cuando llega y cuando sale de los sitios. No muerde, sólo sonríe, por mucho que todos sus colaboradores coincidan en que a veces es excesivamente exigente en el trabajo.

el 16 sep 2009 / 01:52 h.

Rosa Aguilar enseña casi todos los dientes cuando llega y cuando sale de los sitios. No muerde, sólo sonríe, por mucho que todos sus colaboradores coincidan en que a veces es excesivamente exigente en el trabajo. Lleva puesta siempre una sonrisa grande, como parte de su uniforme, como las camisas y chaquetas con las que le gusta vestir, muy a menudo de rojo. Por su sonrisa, por su tono moderado, por su verbo pausado y por su acento cordobés pastoso se la conoce fuera de la ciudad de la que ha sido alcaldesa en la última década. Allí están acostumbrados a verla en las obras, en el palco de El Arcángel con la bufanda del Córdoba o atendiendo a todo el que la reclama por la calle, aunque sepa que ya va con retraso a cumplir su agenda de vértigo. Algunos la llaman carismática y otros populista. Es especialmente humana aunque a veces funcione como una máquina.

La mujer que se pasó la madrugada del miércoles sin dormir meditando su subida al tren de José Antonio Griñán como consejera de Obras Públicas y Transportes ha dedicado su vida a la política. Esa noche tomó la determinación de decir adiós a su tan traído y llevado "compromiso" con Córdoba y a su larga militancia en IU, pero no hace mucho admitió que no le cuesta demasiado tomar decisiones. Lo hace desde pequeña. Era hija única y a los nueve años perdió a su padre. Se quedó sola con una madre de carácter más débil que el suyo. Una prima, ya fallecida, es la que le dio los sobrinos, que son su familia. A ellos suma a sus amigos, a quienes cuida y a quienes no sólo les sonríe, sino que les hace reír. Dicen que es chistosa y que se recrea contando historias.

Le queda poco margen para esos ratos -sólo se dan por seguras sus escapadas a Cabo de Gata-, pero tiene mucho que contar. Puede empezar por su gestión en una sociedad compleja, como la de Córdoba, la ciudad en la que nació hace 51 años y que conoce muy bien. Por eso hay tantas fotos de ella con curas y obispos -es creyente, pese a definirse como "mujer de izquierdas"- y por eso IU ha obtenido mejores resultados en la capital en las municipales que en autonómicas y generales. Eso sí, desde 1999, cuando se hizo con la Alcaldía tras un pacto con el PSOE, ha tenido altibajos. En 2003 pudo volar sola, pero en 2007 perdió 15.000 votos. Fue un momento amargo, pero siguió en la Alcaldía, pendiente de casi todo. "Delega poco. No porque no se fíe sino porque si ve que algo no sale lo coge ella por pura impaciencia", cuenta el veterano periodista Rodolfo Serrano, que fue su jefe de prensa. Recién llegado a Córdoba entró un día en el despacho y la vio con los ojos cerrados en el sillón. La secretaria le tranquilizó: eran sus cinco minutos de siesta reparadora.

Recarga energías con facilidad y sigue. Por eso ha tenido tiempo durante nueve años para participar en la tertulia de la periodista Gemna Nierga en la Cadena Ser. La ex alcaldesa ofició su boda con un ex miembro de su equipo de gobierno y ella le ha permitido tener un altavoz en las ondas. Porque es una dirigente mediática. Y le ha ido bien: las encuestas la han incluido como una política conocida y valorada, el gran activo de IU. Incluso sus rivales lo han reconocido, aunque nunca ha llegado a ser la cara que sonríe en los carteles de las autonómicas o las generales.

Para contar su complicada relación con IU hay que remontarse a hace muchos años. A cuando tenía 16 y se afilió al PCE, todavía con Franco vivo y antes de estudiar Derecho. Con 30 años fue edil de Córdoba, pero su despegue definitivo se produjo después, cuando Julio Anguita -con quien después tuvo diferencias- puso los focos sobre ella. Apostó por ella como portavoz de IU en el Congreso.

Rosa Aguilar gana estatura política en una España que asiste al agotamiento del felipismo. De esa etapa queda para la historia el diario de sesiones de las Cortes. A sólo siete días de la huelga general del 27 de enero de 1994, la diputada presentaba su rechazo a la reforma del Estatuto de los Trabajadores. El ministro, disparaba Aguilar, era un "provocador" y un "irresponsable" por llevar esa iniciativa al Congreso. No era otro que José Antonio Griñán, entonces titular de Trabajo. Ambos acabaron juntos en la oposición poco después y se convencieron de que "comparten mirada".

Muchas de las cosas que le acercan a Griñán son las que le separan de IU. Y lo ha dicho alto y claro. Cuando no estaba de acuerdo con que IU estuviese en la foto del Plan Ibarretxe o con el no a la Constitución Europea. Remaba en dirección contraria pese a ser la principal representación institucional de IU, la voz de la federación en la FEMP, que ha ignorado una y otra vez en campaña al candidato a la Junta, Diego Valderas, porque no está de acuerdo ni con el fondo ni con las formas del núcleo duro comunista. Mientras, en plena precampaña de 2008, se hacía fotos con el socialista Miguel Ángel Moratinos. Y luego llegó a reconocer que había votado a la socialista Maribel Flores para el Senado.

Con tantas veces como ha tenido que negar que se iba al PSOE, no le habrá extrañado que toda IU se le ha haya echado encima al saber de su mudanza a la Junta, aunque sea como independiente. Es fácil imaginar que no le ha hecho gracia que Gaspar Llamazares la llame desleal: ella le apoyó siempre frente a la ofensiva de los duros del PCE, con los que finalmente pactó la integración en el enésimo intento de buscar la cohesión, el pasado invierno. "El tiempo que le queda a IU es el que nosotros queramos", sentenció entonces. Ahora se exime de esa responsabilidad: el viernes argumentó que "IU ya no es la que era". Y siguió sonriendo.

  • 1