Cofradías

«Ya he comenzado a rezar para que no llueva ese día»

Ana María Ruiz Copete inició en 2001 una cruzada jurídica para salir de nazarena en El Silencio

el 02 feb 2011 / 21:17 h.

Ana María Ruiz Copete

Hermana del Silencio desde 1981, Ana María Ruiz Copete ha sido, sin pretenderlo, la heroína de muchas mujeres que soñaban con salir de nazarenas en sus cofradías topándose una y otra vez con la barrera de la discriminación. Su espíritu incansable y una plena convicción en sus derechos le han llevado a litigar duramente en Palacio por enfundarse la túnica de ruan. La cruzada jurídica que emprendió en 2001 por salir de nazarena en la Archicofradía de San Antonio Abad al fin se ha visto recompensada. "Ha sido mi anhelo de toda la vida. Y ya he empezado a rezar para que no llueva ese día", dice.


Funcionaria de 50 años, a Ana María no le hacía falta matar el gusanillo de vestir una túnica. De hecho, lleva saliendo 25 años como nazarena en su otra hermandad, San Esteban.


"Soy de dos hermandades y quería participar en los cultos de las dos. Y lo mismo que participo en el quinario, ¿por qué no iba a participar en la estación de penitencia cuando se trata del culto más importante que tiene la hermandad?", se pregunta de forma retórica.


La entonces presidenta del grupo joven de San Esteban recaló en El Silencio de la mano de Juan Delgado Alba, hermano mayor en esa etapa. Pero a su fallecimiento, pensó en darse de baja. "A la vista del panorama que había allí y del papel que le daban a las hermanas, mandándonos a coser al ropero, pensé que allí no pintaba nada, pero por respeto a la memoria de Juan y por la devoción a la Virgen de la Concepción me mantuve como hermana".


Fue en la Cuaresma de 2001 cuando, armándose de valor, decidió presentarse por vez primera en la casa de hermandad de la calle Alfonso XII para solicitar su papeleta de sitio, petición que no fue recibida con demasiado agrado. "La cara del personal lo decía todo... sin comentarios". Pero, a pesar de lo "desagradable de la situación", Ana María no cejó en su empeño. Lo volvió a intentar en 2004 y, por última vez, el año pasado. "Esta vez, el hermano mayor, Antonio Rodríguez Cordero, me estaba esperando en la puerta y ni siquiera me permitió subir", lo que le llevó a interponer en Palacio un segundo recurso que ahora, mediante el decreto firmado por Asenjo, tiene cumplida respuesta.


¿Y le molesta ser una nazarena por decreto? Ana María responde que no: "Me hubiera gustado mejor que fuera la propia hermandad la que lo hubiera decidido de motu proprio. Si el arzobispo lo ha decidido así, bienvenido sea".


Ana María ya le lleva ventaja a alguna de las hermanas que le acompañarán este año en el tramo de los estrenos sentimentales. "Los Reyes ya me han regalado la túnica de ruan", que cuelga de una percha a la espera de vivir su primera Madrugá.


"Lo peor es que a lo largo de todos estos años no me he encontrado a nadie que pudiera darme un argumento sólido sobre el motivo por el que las hermanas no podíamos salir". "Se trataba de una situación sin sentido". Ahora, Ana María ya sólo sueña con empuñar un cirio en San Antonio Abad.

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