–No lo sé, honradamente. A lo mejor es estirón, y a lo mejor no. Dependerá de muchas circunstancias.
–¿Usted mantiene algún compromiso moral con La Misión para incorporarla en los próximos cuatro años?
–El compromiso moral de una persona, que yo puedo tenerlo en mi fuero interno, puede existir pero su palabra se entiende que no es vinculante en cuanto su validez y eficacia depende de lo que diga un colectivo.
–¿Y a usted le agradaría que esa incorporación se fraguase en el próximo cuatrienio?
–Si hay sitio sí.
–¿Y cree que hay sitio?
–Ahora mismo no.
–¿Ve a La Misión en el Martes?
–Ahora mismo, no lo veo. Decir si va a entrar o no una hermandad en un determinado día es un asunto que está fuera de la competencia del presidente del Consejo. Lo que nosotros no podemos es a un día meterle con calzador una hermandad porque creo que eso es una violencia.
–Y con una nueva hermandad de penitencia ya erigida, como San José Obrero, y otra en puertas de estarlo, ¿teme el Consejo una avalancha de peticiones de hermandades de vísperas solicitando ir a la Catedral?
–No. No lo tememos. Y me gustaría desdramatizar este furor o idea general de que se ha abierto alguna veda. No, no, las vedas estaban todas abiertas. Y vienen abiertas con más o menos frecuencia desde hace mucho tiempo. No se trata de poner un cerrojo o de cerrar las verjas del campo, yo sigo pensando que el campo es difícil que tenga verjas. Lo que sucede es que hoy día, por más que se estudie e independientemente de mi sentimiento particular, le veo dificultades al encaje de cualquier nueva cofradía en la nómina. Ahora bien, por qué no me atrevo a decir “ya no entra nadie más en la Semana Santa”, pues porque sería demagogia. De aquí a diez años yo no sé lo que va a pasar.
NOTA: LA ENTREVISTA COMPLETA EN LA EDICIÓN DE PAPEL
