Fue en 1942 cuando ese gaditano, José María Pemán y Pemartín, ponía voz a la que había de ser, a partir de entonces, la voz por antonomasia de la Semana Santa sevillana: su Pregón, el que, escrito con mayúsculas, después de recorrer un amplio itinerario y pasar por muchos teatros de la ciudad, duerme ahora frente a su elitista audiencia en el Teatro de la Maestranza. Un pregón que hoy se atreve a pronunciar Rafael González-Serna, maestro de la melodía sentida y popular a quien deseo la mejor de las suertes después de haber gozado con él esa unanimidad respecto a su figura que admira a los que nos hemos visto damoclizados cuando se nos llamaba a esa labor. El año que viene se cumplirán 75 años de este acto del Pregón, un modelo, un protocolo, una escenificación que, poco a poco fue tomada como propia por tantas y tantas ciudades y pueblos de Andalucía, que copiaron el formato teatral, el atuendo del pregonero e incluso la fecha del Domingo de Pasión, en que acabó asentándose como prólogo inmediato del gozo del Domingo de Ramos. En esa traslación del modelo, muchos pregoneros, sevillanos también, después de haber pronunciado el oficial, pregonando las Semanas Santas de múltiples lugares. No tanto al contrario: no tantos forasteros pregonando la Semana Santa de Sevilla, ni en el oficial ni en los innumerables pregones que organizan hermandades y cofradías en nuestra ciudad. Uno de esos forasteros que ha sabido captar el alma de Sevilla, Jesús Devesa Molina, pregonero en Los Javieres y en la Fundación Cruzcampo en nuestra ciudad, sube a las tablas del Gran Teatro Falla para cantar los padecimientos del Nazareno Greñúo y de las Penas de la Palma, la que lleva las antiguas bambalinas de los Negritos. (A Rafa, mi pregonero; a Jesús, mi amigo, les pongo a las plantas de mi Pastora para que ella guarde en su corazón las palabras de esos pregones y las lleve ante el Señor. Es tiempo de pregonar la vida y la alegría, el llanto y el dolor. Es tiempo de poner palabras de fe al pueblo andaluz). ~