¡Aquí me tienes, Rocío!

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03 jun 2017 / 21:58 h - Actualizado: 04 jun 2017 / 07:58 h.
"La trastienda hispalense"

Cuando la luna cambie el domingo por el lunes de tu gran día, cuando los almonteños salven la muralla de forja que rodea el trono de tu reino y se agarren a tus varales, te griten y piropeen, te abracen y te recen, te clamen y te canten, te escolten y te guarden, la humanidad toda pregonará tu nombre por los cuatro confines del mundo al tiempo que yo besaré a mi segunda hija, a la que al verla, cuando al poco de nacer la matrona le puso en mis brazos, le dije: te llamarás Rocío, porque como el rocío tienes la cara, alegre y risueña como la mañana.

Mañana palaciega con cielo de estrellas, mañana sin alba ni aurora, a los que aún les queda un paseo triunfante por las calles que rodean el Blanco Palomar de la Madre de Dios... La que en Madrid se llama Almudena, en Logroño, Valvanera, de la Cabeza en Andújar, Cinta en Huelva, Macarena en San Gil, Esperanza en Triana, y en Málaga... En Málaga, una bella historia mariana que ocurrió como os cuento:

Aquella mañana, como siempre y aun yendo acompañado, yo iba caminando con mis coplas, que, perpetuas, me siguen al compás de mis pasos, cuando de pronto, entre mis pasos y coplas, Rocío, me encontré contigo... Y contigo, tu boca de labios entreabiertos y tus ojos vivos que zalearon el letargo de mi corazón dormido y despertaron del sueño, no sé ni cuántos sentidos... Y entre mis pasos y coplas, tus ojos, tu boca y un sueño vencido, de pronto... De pronto, Rocío, me encontré contigo.

Y contigo, el incienso de tu silencio, como tú, sencillo y provocativo, me imantó hacia tu regazo para colmarlo, cautivo, de mi alma, siempre tuya, igual que tuyo es mi sino... Y entre mis pasos y coplas, tus ojos, tu boca, un sueño vencido, incienso, silencio, mi alma y mi sino, de pronto... De pronto, Rocío, me encontré contigo... Y aunque solo fue instante cuando me di de cara contigo, gracias a ti, pude verme, me di de cara conmigo, desesperanzado, roto, herido, andando junto a mi suerte por un camino perdido que alfombré con oraciones, blancas como tu vestido, y embelesado a tus plantas, cambiaste su colorido, y dejaron de sangrarme las espinas del destino.

Aquel día... Aquel día de cuaresma, con olor a primavera, caminando, como siempre, en mi vuelo, distraído, cuando de pronto... De pronto, entre mis coplas y versos, me sentí al instante, preso de tu semblante divino y «a Dios, gracias», «a Dios, gracias», Rocío, me encontré contigo. Y me arrodillé vencido, da igual el sitio, María, el mundo está lleno de rejas donde aferrarse para ver y gozar de tu belleza infinita, para clamarte justicia, salud, paz, esperanza... ¡Aquí me tienes, Madre, aquí, me tienes, Rocío! ~