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Blanco, azul y rojo

la segunda vez

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28 mar 2015 / 20:14 h - Actualizado: 28 mar 2015 / 20:19 h.

Apenas contaba cuatro años cuando viaje por primera vez a la isla. España es la única nación de Europa que tiene el privilegio de pronunciar la isla aludiendo a una maravillosa parte de su territorio, Mallorca. En otros países la isla es Inglaterra. Menos en Alemania...

Marzo es un mes de contrastes. Los días se visten de invierno, de primavera, alguno de verano tardío. Nada destaca en marzo excepto si uno se encuentra en Mallorca. La isla, marzo acicalado de primavera y los almendros en flor, componen un paisaje asombroso. Desconozco el paraíso, pero seguro que dentro hay un inmenso jardín con los engalanados arbustos iluminados con el sol de marzo en Mallorca. En el edén todo es posible.

Desde aquella infancia, he veraneado allí en numerosas ocasiones; disfrutando de un horizonte de azul enfrentado desde el mar al cielo, desde el cielo al mar. Azul en plural. Sin embargo, fue en marzo, hace poco más de diez años, cuando el blanco nubló todos los colores mediterráneos de Mallorca. Nunca antes había visto el prodigio. Los árboles en perfectas filas militares engalanaban sus ramas con uniformes de blancos desiguales. El blanco, el de verdad, no es un color que se preste a las tonalidades, salvo en los almendros baleares de marzo. La maravilla da paso a la contemplación del milagro.

Quizás alguna lágrima ha caído estos días en los mallorquines campos de almendros, recordando al amigo, al compatriota, al peregrino. Acaso esa lágrima haya concebido un blanco insólito, haya difuminado algún azul o, tal vez, se evaporó en la minúscula playa de Valldemosa mientras los ojos que la producían contemplaban la anaranjada puesta de sol...

Mallorca abriga un pueblo de piedra colmado de magia, cuyo encantamiento resplandece al pronunciar su nombre: Fornalux. Aunque parezca mentira, en algunas ocasiones, la nieve se posa sobre Fornalux. Ocurre antes de marzo y es motivo de conversación.

La nieve se ha teñido de rojo, de rojo intenso, en los Alpes. Los alemanes llegados de Mallorca, quienes viajaban en el avión vilmente arrojado a las encaramadas cumbres franceses, me han inspirado estas líneas, que no pretenden otra cosa que homenajear a todos y cada uno de los caídos en el pavoroso estruendo provocado por el copiloto del aeroplano lanzado al abismo.

Muchas de las personas que allí viajaban tuvieron el privilegio de contemplar, por última vez, el inmaculado portento de la flor del almendro, el azul del cielo entregado al azul del mar; en la isla... En la isla sí, porque en Alemania la isla tampoco es Inglaterra, la isla, como aquí, también es Mallorca. Seguro que se han llevado un pedacito de ella en sus almas, para que el resto de los viajeros puedan contemplarla durante una eterna primavera cualquiera de marzo. Descansen en paz.