Coche no, coche sí

Los jóvenes de hoy en día parecen menos inclinados a comprarse un coche, en parte porque el transporte evoluciona hacia patrones más sostenibles, en parte porque no pueden pagárselo

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23 sep 2017 / 22:40 h - Actualizado: 23 sep 2017 / 22:40 h.
  • Coche no, coche sí

Dicen que los millennials (la generación nacida entre los ochenta y los noventa, los jóvenes de hoy en día) no tienen la inclinación a comprarse un coche que tuvimos las generaciones precedentes, y que eso preocupa seriamente al sector del automóvil. Los expertos en movilidad, convertidos en los gurús de las ciudades modernas, sostienen que los vehículos particulares han de ir desapareciendo progresivamente del ámbito urbano y dejar paso a medios de transporte medioambientalmente sostenibles. Es el futuro, y punto.

Aunque los fabricantes de coches puedan tener razones para su inquietud, ya les digo yo que mientras los servicios públicos no sean una alternativa realmente diversificada y eficiente frente al vehículo privado, las bicis, el autobús y el metro seguirán siendo un complemento en lugar de una verdadera competencia para los coches. Si una persona tarda dos horas y dos transbordos en llegar en bus a un destino que en automóvil alcanza en menos de una hora? ése no va en autobús si no le queda más remedio.

He aquí la cuestión. Cierto que la evolución es imparable, que las costumbres cambian, que los jóvenes tienen otros gustos, otras prioridades. Que los millennials prefieren el smartphone de última generación al coche más molón. Pero no nos engañemos: aunque presumir de coche se ha vuelto un gesto bastante hortera, en la mayoría de los casos, los chicos de esta generación no disfrutan de la solvencia económica suficiente para afrontar un gasto semejante. No hay razón más contundente para que haya pasado de moda.

El Instituto Nacional de Estadística (INE) calcula que la quinta parte del presupuesto de las familias se destina a los gastos del coche, el segundo gran desembolso familiar sólo superado por el de la vivienda. Y después el combustible, el seguro, el impuesto de circulación, el mantenimiento y la limpieza? constituyen una partida económica de consideración. Aseguran los expertos, que ahora hay expertos para todo, que si usted no hace más de mil kilómetros al mes lo mejor es que se deshaga del vehículo. Seguro que tienen razón, pero con los servicios que han dado los coches de la mitad del siglo veinte hasta ahora, no vamos a demonizarlos sin resistencia, así como así. Si no que les pregunten a las madres de ahora, que entre el inglés, el fútbol, el conservatorio y el kárate se pasan media vida dando cochazos llevando niños de un lado a otro.

Y luego están las compras. Eso de la bolsita de papel con cuatro cosas y unas ramitas de algo verde sobresaliendo, que caben en el cestillo de la bici perfectamente y queda tan urbanita y tan moderno? eso solamente pasa en las películas y en los anuncios publicitarios. ¿Esa gente no compra el bombo gigante de detergente? ¿Ni el saco de papas? ¿Ni los dos melones piel de sapo? No voy a seguir con la lista, pero yo nada más que con la fruta no soy capaz de tirar de la bici ‘vintage’. Lo suyo es ir al híper y traer el maletero hasta las trancas, que si no una casa no funciona.

Admitámoslo, el coche es de una utilidad apabullante, aunque decirlo quede poco ecologista. Que contamina, sí. Que es un gasto continuo, también. Pero a mí hasta que no me den un medio de transporte sostenible que por el mismo precio me ofrezca las prestaciones, la autonomía y la seguridad de un utilitario (mismo), no me van a convencer. Hay que procurar no abusar de él, claro, ni de nada. Pero pregúntense si una tarde de verano, cuando tienen que salir a hacer una gestión, ese chorro de aire acondicionado en la cara no les parece un auténtico milagro de la civilización. Qué va a pasar de moda ni de moda?