Corazones generosos

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06 oct 2017 / 23:14 h - Actualizado: 06 oct 2017 / 23:14 h.
"La Azotea"

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Albert Camus recordó a su profesor cuando fue premiado con el Nobel de Literatura, agradeciéndole el corazón generoso de sus años escolares. En la Facultad de Filología una alumna cada mañana amarra su bici, llevando en su bolsa apuntes de lingüística, ilusión, ganas de aprender y la difícil ecuación de compaginar trabajo, casa y estudios. Se cruza con alumnos que podrían tener la edad de su propio hijo, mientras piensa en volver a los diecisiete después de vivir un siglo, como una Violeta Parra universitaria. Por entre los pasillos que los pinceles de Gonzalo Bilbao inmortalizasen para siempre, se esconde el placer de luchar férreamente por lo que uno quiere; llegar a la Universidad a una edad con la que su madre ya era abuela de su primer hijo. Con ella va aquella niña que pasaba más tiempo en las nubes que en la tierra, que miraba de reojo sin levantar la vista del cuaderno cómo el impoluto zapato kiowa de la Madre Ángeles se acercaba a su mesa de la clase de 6º B del colegio Sagrada Familia. Aquella monja vallisoletana de aspecto marcial, con gafas de pasta y cruz sobre el pecho que pronunciaba correctamente las uves y las bes, fue quien le descubrió cómo se podía amar la literatura de una manera poderosa. Ahora, sentada en ese aula donde tantos estudiantes habrán sentido su misma emoción, escucha a Isabel Román recitar a Lope de Vega, a Catalina Fuentes exponer sobre Pragmática, a Juan Montero hablar de Garcilaso o a Mercedes Comellas emocionarse con Cernuda, agradeciéndoles su entusiasmo de docentes que marcan toda una vida, verdaderos corazones generosos.